noviembre 20, 2024

Ronald Díaz V.

La imagen de aquel momento dramático se quedó grabado en mi memoria.

Mamá corría hacia la puerta del frente y tapaba la rendija de abajo, para que el agua no entrara a la casa. Al voltearse para hacer lo mismo en la puerta de atrás, ya era demasiado tarde.

Una corriente color chocolate inundó en segundos todos los aposentos de la casa y a mí, que para entonces era apenas un niño, me sacaron en hombros por la calle de enfrente, convertida ya en una laguna.

Desafiando su nombre, el raquítico cauce del Quebrada Seca se había convertido en un feroz río capaz de arrasar con todo a su paso.

Lo narrado ocurrió hace varias décadas, pero la descripción calza con el drama experimentado a menudo por muchas familias belemitas.

El problema es de larga data, pero se ha venido agravando con los fenómenos asociados al cambio climático y por un desarrollo urbano desordenado, producto de la ausencia de planes reguladores en la mayoría de cantones del país.   

Recuerdo haber participado hace muchos años en sesiones organizadas por la propia Municipalidad de Belén, en donde expertos de instituciones públicas y universidades pronosticaban que, de no tomarse las medidas necesarias, el centro del cantón llegaría a inundarse.

En aquel momento los vaticinios sonaban un poco exagerados, pero el tiempo se encargó de darles la razón a los expositores. Las medidas de prevención nunca se tomaron y los resultados están a la vista.

Es cierto que en los últimos años se han realizado esfuerzos e inversiones para combatir los desbordamientos del Quebrada Seca, tales como dragados, modificaciones en el cauce y mejoras en los puentes, pero sin una acción conjunta de todas las municipalidades de la provincia, no se vislumbra una solución integral y duradera.

Tomemos en cuenta que los desarrollos urbanísticos en las zonas altas de Heredia afectan a las zonas bajas, como Belén.

Como bien alertaba hace poco Ricardo Sánchez, hidrólogo químico de la Universidad Nacional, es necesario que se adopten gestiones multicantonales en materia hídrica, tanto para conocer y preservar el recurso, como para basar la planificación del desarrollo en el conocimiento científico.  

De lo contrario, el Quebrada Seca seguirá transformándose en ese temible río capaz de arrasar todo lo que encuentre a su paso, como ocurrió en mi barrio hace ya muchos años.

 

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