Esteban Murillo González: trenes, armas y la explosión del 48

Esteban Murillo González vivió durante toda su vida en Belén. Falleció en el año 2021.
Equipo Proyecto Memorias de Belén en el 48
redaccion@periodicobelemita.com
Esteban Murillo González nació en 1933 y vivió toda su vida en Belén. Cuando inició la guerra civil tenía 15 años. Trabajador pensionado del Instituto Costarricense de Electricidad, dirigente comunal. De tono de voz fuerte, como sus consignas.
Murillo González siempre alabó las Garantías Sociales, el Código de Trabajo, la fundación de la Universidad de Costa Rica. Sin embargo, para la época en que empieza a gobernar el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia de 1940 a 1944, él solo tenía 7 años.
Recuerda que se rumoraba que había unos comunistas de Manuel Mora en ese momento, pero no creía que en aquel momento las personas comprendieran de verdad lo que era en realidad la palabra comunista, pero sí recordaba, por ejemplo, de la lucha que se entabló entre Calderonistas y seguidores de Figueres.
Desde su óptica los seguidores de Otilio Ulate (o lo que él llamaba “Ulatismo”) era un movimiento que estaba compuesto por capitalistas y la oligarquía cafetalera. Además, destacó la presencia de maestros muy preparados de la Escuela España con “un verdadero sentido social”, ligados a la familia Campos González, dentro de la cual hubo un hijo que fue sacerdote, Joaquín Campos González. Además, mencionó que habían destacadas dirigentes ulatistas que después se convertirían en liberacionistas como Beatriz González y Chepita González.
¿Cómo describiría lo que se vivía? Decía Esteban que en ese momento había “envenenamiento” (lo que hoy podríamos definir como fanatismo político), pero él lo definía como una pasión desbordada hacia las tendencias políticas. Por ejemplo, relataba, los calderonistas se encendían con las garantías sociales y las defendían; por otro lado, había quienes se encargaron de hacerle creer a la gente que eso era malo para los intereses del país y los tildaban de comunistas.
Dinámica familiar y sitios de reunión
En aquellos tiempos, la dinámica familiar cambió. Por ejemplo, en la casa de la abuela se reunían todos los tíos de Esteban a conversar, y él a esa corta edad los cuestionaba. Más de una vez les preguntó si ellos iban a defender la revolución que se gestaba. Esa casa de la abuela a la que hace referencia, se ubicaba prácticamente en donde está la panadería frente a lo que hoy es la Municipalidad.
Murillo recordaba que otros lugares donde la gente se reunía mucho a conversar era en La Asunción, era común ver a Pascual González y Eduardo González hablando del tema. Además, mencionaba que hubo momentos muy fuertes, muy álgidos de mucha disputa, donde ya no se podía conversar, donde la gente se empezaba a insultar y en las cantinas del pueblo se llegaba a los golpes.
Por ejemplo, un día, en la calle donde se hace la feria, detrás del marco oeste de la plaza, el padre Feliciano Álvarez (Popularmente conocido en Belén como el padre Chanito), ferviente opositor al calderonismo, llegó a repartir “papelitos” (volantes o comunicados afines a ciertas tendencias políticas) en una plaza pública. En eso llegó un orador afín al gobierno y leyó el volante del sacerdote al que tituló de “papel higiénico», ya que decía cosas en contra del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia.
La Oligarquía se oponía a que se establecieran definitivamente las Garantías Sociales y el Código de Trabajo, contaba Esteban quien recuerda que esto lo escuchó por radio.
Y llegó la explosión
En Belén, uno de los hechos más impactantes fue cuando hicieron explotar el tren local que venía de Puntarenas. Murillo comentaba que había unos grupos de personas (de quienes olvidada si eran belemitas o de otro lugar) que andaban poniendo bombas en los postes del ferrocarril que conducían la electricidad que alimentaba al tren. Ese día habían colocado una bomba en uno de los postes que estaba cercano al puente que está antes del río Virilla, en la propiedad de Guillermo Flores, hacendado cafetalero.
Según comentaba Murillo, se rumoreaba que la bomba era para “una especie de microbús” o vagón que transportaba guardias del Gobierno que posiblemente andaban vigilando los postes; no obstante, el tren local recibió el impacto del explosivo.
El acontecimiento pasó alrededor de las 7 de la noche. Estaba sentado en una casita que tenía el abuelo frente al árbol de guapinol del otro lado de la línea, hablando con unas muchachas de la época “cosas de la juventud”, cuando oyó el “semejante” bombazo, y empezaron a correr las ambulancias y se oyeron sirenas. Para ese momento, recuerda que el señor Juan Barrantes, donde comenzaron a llegar los heridos, puso al servicio de la emergencia un transporte para trasladarlos.
Al día siguiente, Esteban no se quedó con las ganas y acudió al sitio del percance donde encontró la locomotora alemana de color negro sentada en los durmientes y los vagones, sobre todo del ganado, unos para acá y otros para allá. No sabía si 3 de un lado o 4 para el otro, con el ganado muerto. Otro día, con la luz del día, Esteban mencionaba que bajó el ferrocarril y la policía con seis o siete vagones de ganado. Los estacionaron en la cuchilla que fue de la estación de San Antonio y comenzaron a encerrar ahí a los posibles cabecillas del movimiento de lo que había pasado. Los que no eran calderonistas, los que tenían veneno y pasión ahí los encerraban, relató.
Esteban Murillo contaba aterrorizado que ahí encerraron a Don Enrique Zumbado, ya viejito. Decía que lo encerraron porque no aparecían sus hijos y se decía que podían ser ellos los del atentado. La idea de encerrar al viejito era para que los muchachos aparecieran al enterarse que su papá estaba encerrado en los vagones de ganado. Al final, nunca se supo si fueron ellos pero los soltaron.
Búsqueda de armas y ferrocarril
Esteban mencionaba que el papá siempre se alejó de esas disputas, pero una participación que tuvo fue la de ir a cuidar los puentes, porque trabajaba en el ferrocarril como liniero. Esteban era encomendado a dejar almuerzos y comidas a las personas.
Entre sustos y angustias, relataba Esteban, que ya cuando estaba por ganar Figueres, empezaron a visitar casas en búsqueda de armas. Un día llegó un tío político, trabajador y sencillo, de nombre Juan Campos y afiliado al liberacionismo, con un batallón de 4 o 5 personas a buscar armas en la humilde casa que a punta de colectas había construido la mamá. A Esteban, aún joven, le tocó dar la cara porque el papá estaba fuera esa noche y al ver tanta arma mauser sintió que se orinó.
Le dijeron que venían a buscar armas en nombre de Liberación Nacional, del Gobierno ya establecido, y tuvo que abrirles. Aquellos niños se asustaron al ver el pelotón de hombres buscando armas. Pero, en realidad lo que buscaban era al padre de Esteban que trabajaba en el ferrocarril, a quien despidieron luego de cesado el conflicto.
Ese hecho truncó los planes del papá Esteban, don Rubén Murillo, quien pretendía que el hijo fuera miscelaneo al menos un año del taller del ferrocarril y que aprendiera a manejar locomotoras. Un sueño que Esteban anhelaba.
Relataba con dolor y pesar, que lamentablemente después de la Guerra del 48 se dio una oleada de venganza que fue cuando pusieron “de patitas en la calle” a educadores del cantón. Sacaron al director Porfirio Alvarado de la Escuela España con todos sus hijos. Lo mismo pasó con don Billlo Sánchez y sus hijos que fueron futbolistas muy buenos. Además, un cantante de tangos muy famoso de la época, hijo de Billo Sánchez y de nombre Hugo Sánchez, lo sacaron de su propio pueblo.
*El proyecto Memorias de Belén en el 48 cuenta con el respaldo del Ministerio de Cultura y del Programa Puntos de Cultura.