Testigos de una tragedia: Tres relatos de afectados por las inundaciones del 2007
Redacción El Guacho
Hace 10 años, la vida de decenas de belemitas cambió violentamente. La fuerza del agua les destruyó la casa, les arruinó todos sus muebles o les borró de una correntada la tranquilidad por el resto de sus días.
Ahora, aquellos eventos vuelven a la memoria para recordar el drama y el dolor del fatídico 13 y 16 de junio del 2007, el día que Belén sufrió una herida mortal, cortesía del río Quebrada Seca.
“Una ola gigantesca se brincó el muro”
Esteban Murillo y Cecilia Vargas son dos adultos mayores que hace 10 años tenían 74 y 66 años, respectivamente. Ellos dos enfrentaron solos en su casa, ubicada cerca del centro de recreo del ANDE, la furia del Quebrada Seca.
“El río no tardó mucho en llenar. El agua llegó hasta los dos metros, inundó todo el primer piso de la casa, perdimos todo. Fueron momentos cuando vimos una ola gigantesca que se brincó el muro: era agua negra, sucia. Vino esa tromba y nos arrancó las puertas y las ventanas. La casa resistió porque estaba recién hecha y dichosamente la construimos con buenos cimientos. La casa duró inundada como dos horas; cuando el agua descendió aquí, lo que quedó fue podredumbre, lodo”, detalló don Esteban Murillo.
Por su parte, Cecilia Vargas aún tiene viva aquella imagen de su lavadora y la refrigeradora flotando en la sala de su casa, “uno veía puertas, ventanas, almohadas, todo estaba flotando en la calle”, explicó.
“En lo emocional no me he repuesto. Desde ese día, no puedo caminar, me bajó una cosa por todo el cuerpo, a mí me impresionó que el agua casi alcanza el segundo piso donde yo estaba. Pensé que nos íbamos a ahogar, ahora veo el río y rezo para que no se crezca, tengo una mal recuerdo”, contó.
“Aquí perdimos mucho, aquí se perdieron las gotas de sudor de Esteban, se perdieron muchos recuerdos. Tenía una caja llena de documentos como constancia de nacimientos, todo eso ya no está. Yo sufrí de ver todas las casas de los vecinos tan dañadas”, lamentó doña Cecilia.
“Llegó una cabeza de agua sobre otra”
Walter Zumbado tiene 50 años de vivir a 70 metros del Quebrada Seca. Aquel fatídico día poco o nada pudo salvar; en minutos, la correntada alcanzó más de un metro de alto; su casa, también ubicada cerca de las piscinas del ANDE, prácticamente quedó bajo el agua.
“Recuerdo que ese año se celebraba el centenario del cantón, era un miércoles. Ese día llegué casualmente rápido a la casa. Eran como las 5:30 de la tarde, y se vino un aguacero grande. Estábamos adentro, cuando empezó a llover duro. Se fue la luz, entonces nos pasamos al corredor. Vimos como el río se llenó muy rápido y seguía subiendo, solo pude sacar a los niños en el carro. Fue cuestión de 10 minutos y llegó una cabeza de agua sobre otra. En la calle había por lo menos 70 centímetros de agua”, contó este belemita.
Una de las imágenes que Walter aún recuerda es la de un carro prácticamente convertido en un bote, que fue llevado por la corriente cerca del Depósito San Antonio, ahí chocó contra otro vehículo; uno quedó encima del otro.
“El agua llegó a 1,2 metros de la casa. La mitad de mi hogar era de madera, despedazó todas las tablas, todo quedó falseado, se perdió todo. Después, la Muni llegó y nos dio colchones”, recordó.
El temor de Walter es que el río nuevamente desencadene una tragedia. Aseguró que aún hay sectores muy vulnerables que en cualquier momento podrían provocar que la calle frente a su casa se convierta, otra vez, en parte del cauce.
“Sufrí mucho viviendo a la par del río”
Después de estas inundaciones, la casa de Arturo Rodríguez Espinoza pasó a la historia. Hoy solo queda un lote vacío. La fuerza del Quebrada Seca fue tal que la vivienda de este belemita quedó falseada y sentenciada a la demolición.
“Ese día estaba trabajando y entonces me dijeron que se había salido el río, pero cuando me avisaron que mi casa estaba inundada ¿para qué iba a ir?, me quedé trabajando, la casa estaba sola, me dijeron que el agua llegaba hasta el segundo piso, yo estaba preparado, tenía las cosas de más valor en el segundo piso, abajo estaban los sillones, pero todo lo que estaba abajo se perdió. Llegué a las 10:00 de la noche y ahí vi todo el daño. Comenzamos a revisar la estructura y estaba falseada, entonces rescaté lo que se podía; luego, la casa fue demolida. El terreno duró un tiempo desocupado, 5 años. Un día me lo ofrecieron comprar y lo vendí, ahora vivo en una propiedad de mi hermana y el esposo. Hice un departamento y aquí estoy desde hace 6 años”, detalló Arturo.
Aseguró que ahora vive tranquilo lejos del río. “A veces paso por ahí y saludo a los vecinos, pero no me da nostalgia, aquí estoy bien. Sufrí mucho viviendo a la par del río”, finalizó.