julio 9, 2025
Coyo y Cuca en la casa de abobe. Foto: María Amalia Zamora.

Coyo y Cuca en la casa de abobe. Foto: María Amalia Zamora.

  • “Aquí la gente es bella, nada de cosas malas”

María Amalia Zamora

Cuando una se sienta a conversar con estas dos belemitas, fácilmente se olvida que se les puede entrevistar.

¿Qué se les puede preguntar a dos señoras que doblan mi edad y que acumulan tantas historias y anécdotas de las  que –absorta– sólo puedo escuchar y gozar?

Eran la 1:30 de la tarde, y llamé  de un gritillo a Coyo con cierto regato, por el miedo a que estuvieran tomando una siestita. Nada, estaban cocinado los tamales en esos fogones que solo en una casa así como la de ellas se ve.

María Luisa González Campos, Cuca, fue quien me abrió el portón. Una vez dentro de su casa, fue clara en decirme que tenía que hablarle duro a Coyo “porque no oye muy bien”.

El piso de aquel corredor era como un espejo. La frescura que daba las matas y los arbolitos del puro frente invitaban a quedarse ahí largo y tendido. 30 minutos para hablar con Coyo, la conversada con las dos hermanas González nos llevó una hora y media. Comencé a hacerles preguntas básicas, pero poco a poco la sencillez, el carisma y lo pintoresco de las dos señoras, hicieron imposible mi labor. Debo reconocer que en más de una ocasión deseé hacer una entrevista por video y no por escrito.

Cuca es la mayor, con 88 años, y Coyo tiene 85. Junto con un varón, son los únicos que sobreviven a una familia de 12 hermanos donde todos fueron solteros.

Conversando sobre la gente de Belén, Coyo me dijo que “aquí le gente es bella, nada de cosas malas”. Y cerró su conversación con un jocoso “puros santulones!”. Este fue el comienzo de un montón de dicharachos y singularidades que la hacen única e irrepetible.

Dirijo mi mirada entonces hacia Cuca, y ella agrega que “a todo el mundo conozco y si me saludan bueno, y si no también. Yo sí los saludo. Tatica Dios me tiene alentada y con salud”.

Conversando sobre la gente de Belén, Coyo me dijo que “aquí la gente es bella, nada de cosas malas”. Y cerró su intervención con un jocoso “¡puros santulones!”. Este fue el comienzo de un montón de dicharachos y singularidades que la hacen única e irrepetible.

Dirijo mi mirada entonces hacia Cuca, y ella agrega que “a todo el mundo conozco y si me saludan bueno, y si no también. Yo sí los saludo. Tatica Dios me tiene alentada y con salud”.

Cuca, interrumpía constantemente a Coyo, para exigirle que me diera “un fresquito” y, mientras Coyo se fue a buscar una foto de Ángel Zamora cuando tenía 17 años, Cuca no escatimó para susurrarme y con ademanes aduciendo al dinero, lo que Coyo no le daba.

Enseñándome la tamaño pasaporte en blanco y negro de aquel galán, Coyo se jacta diciendo que “lo más lindo que he tenido en la vida son las amistades tan buenas. Ha sobrado quien me haiga ayudado” e insistiendo sobre la foto del tío Ángel, se vuelve diciendo “¡fue maravilloso! Él ayudó a todo el mundo”.

Aquella hora y media fue estupenda y divertida. Hasta Cuca me sentenció con un “uy mire que de lo gorda no puede ni juntar el lapicero” cuando al tratar de agacharme la mecedora no me ayudó.

Me llené de pueblo, con dos personajes que son “belemitas, belemitas”. Gocé con las singularidades de sus personalidades, con sus gestos, con sus dichos. Y a los 80 años, cualquiera tiene todo el derecho, y el deber, de decir cómo y cuánto le plaza.

El texto se publicó en la primera edición impresa del Periódico El Guacho en diciembre de 2014.

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