Las tristes causas de la delincuencia
Belén se encuentra en una crisis de seguridad. Basta con salir a la calle para darse cuenta de que, entre la población ha venido aumentando la sensación de inseguridad. Incluso muchos belemitas han sido ya víctimas de los “amigos de lo ajeno” o, como mínimo, tienen algún conocido que sufrió un acto delictivo en el último año.
Y es que por más intentos que han realizado las autoridades policiales del cantón, -Fuerza Pública y Policía Municipal- parece que nada detiene a los delincuentes que han visto en Belén, una especie de banquete para cometer sus actos delictivos, los cuales no solamente son dirigidos contra el ciudadano de a pie, sino también contra las empresas de la comunidad.
Datos suministrados a nuestro medio, por parte de la Policía Municipal dan cuentas de que, solamente entre setiembre y octubre del presente año, se tuvieron pérdidas calculadas en torno a los 11 millones de colones, en las tiendas y empresas que fueron asaltadas.
Sin duda, no estamos ante una “mera percepción” del pueblo, tal y como desdichadamente, dijo en una ocasión una Expresidenta de la República. La delincuencia y la inseguridad son una realidad que estamos viviendo y no solo en Belén, sino en Costa Rica, y hacemos énfasis en este punto, puesto que Belén no es una isla en el medio de la nada con sus problemas individuales. De hecho, si usted toma un mapa y busca la ubicación geográfica de nuestro pedacito de tierra, se dará cuenta de que Belén es uno de los cantones céntricos del país, por lo que tenemos que ir abandonando la idea de que es un problema solamente nuestro.
Ahora bien, algunas personas se preguntarán ¿por qué la inseguridad en Costa Rica viene en un aumento vertiginoso? Y aquí es donde llegamos al punto medular de esta editorial. La crisis de seguridad que vive nuestro cantón y el país, no es algo que nos afecte a nosotros únicamente; la inseguridad, el aumento de la delincuencia, la venta de drogas, los asesinatos y demás lacras de la sociedad, son una realidad nacional que viene en aumento por motivos principalmente estructurales del Estado costarricense.
Bien lo decía el historiador británico, Tony Judt: “La desigualdad económica exacerba los problemas” y es precisamente sobre esto que tenemos que reflexionar.
No hay que andarse por las ramas, el principal germen de la delincuencia es la desigualdad social, la pobreza y la falta de oportunidades para estudiar y trabajar. Si bien estos no son sinónimos de delincuencia, si la vuelven más probable. Conviene que citemos aquí a la filósofa argentina Roxana Kreimer quien aclara este tema:
“La desigualdad vuelve más probable la violencia social, crea las condiciones para que aumente la cantidad de delitos, lo que no equivale a afirmar que cada sujeto en situación de desigualdad social corre directo a delinquir. La existencia de determinados contextos vuelve más probable una consecuencia, pero no la determina. La relación entre la desigualdad y la violencia social es probabilística. De otra manera cometeríamos el error de afirmar que todos los pobres son delincuentes, y contribuiríamos a reproducir el consiguiente estigma que deriva de esta consideración. La inequidad brinda más oportunidades de que una persona cometa actos delictivos, pero no lo determina.”
Hemos de admitir que Costa Rica ha dejado de ser esa idílica ‘’Suiza centroamericana’’ que nos intentaron inculcar los medios hegemónicos en algún momento de la historia patria. La Costa Rica de los ‘’igualiticos’’, ‘’blanquitos’’ y ‘’pacíficos’’, hoy no existe –y quién sabe si alguna vez existió-. La Encuesta Nacional de Hogares 2015 (Enaho) dio cuenta de que nuestro país tiene hoy un 21,7% de hogares en pobreza y un 7,2% en extrema pobreza. Esto significa 317.660 hogares en pobreza, que concentran 1.137.881 personas, esta cifra viene a representar una triste cuarta parte de la población nacional que se encuentra en pobreza.
En estrecho vínculo con este indicador, vemos como también la desigualdad social aumenta. Según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) entre 2002 y 2013, Costa Rica fue uno de los países de toda Latinoamérica donde más se incrementó la desigualdad, con un aumento muy significativo en el coeficiente de Gini que ya llegó al 0,507.
Para quienes no sepan que es el famoso “coeficiente de Gini”, aprovechamos para contarles que es una medida que se utiliza a nivel mundial para medir la desigualdad en los ingresos, dentro de un país. El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad y 1 con la perfecta desigualdad. Costa Rica como decíamos ha llegado al 0,507.
Pero ¿cómo entender las anteriores cifras sociales con las proyecciones económicas del Fondo Monetario Internacional, que dicen que Costa Rica será de los países del continente donde más crecimiento económico habrá? Esta contradicción, no hace sino indicarnos que en Costa Rica si se está produciendo riqueza, pero se está concentrada en pocas manos.
Esta situación se explica, además, por la confianza ciega que han tenido durante varias décadas los gobiernos de turno y los economistas ideologizados en el modelo del “goteo”. Un modelo que intenta pregonar que para lograr el progreso de la sociedad, basta únicamente con aumentar el crecimiento económico de quienes más tienen, para que, con el tiempo ‘’chorreen’’ de progreso a quienes menos tienen. En la práctica, el “goteo” nunca llega, y si llega, son precisamente solo “gotas” que nunca contribuirán a distribuir mejor la riqueza del país.
Para eliminar la pobreza y la desigualdad, se hace necesario mantener y mejorar los programas sociales de ayudas a los más desposeídos, destinar más presupuesto a la educación, mejorar la recaudación fiscal, perseguir la evasión de los que más tienen, disminuir el pago de impuestos de quienes menos tienen y dotar de un mayor apoyo del Estado a las micro y pequeñas empresas, que son principalmente las que generan más y mejores empleos mediante los encadenamientos productivos.
También es muy importante que se piense seriamente en eliminar el empleo informal, aquel en que no se le paga al empleado el salario mínimo fijado por ley, el que incumple con el pago del Seguro Social o retiene las cuotas obrero-patronales, el que no paga horas extras o no entrega el aguinaldo completo durante el mes de diciembre.
Estas prácticas deben erradicarse, pues con sus omisiones a la ley, contribuyen al estancamiento de la pobreza, además afectan y ponen en competencia desleal a las empresas que sí cumplen con lo establecido por nuestra legislación.
Viendo este escenario a nivel histórico, Costa Rica apostó hace más de treinta años por un cambio en su modelo de desarrollo, decidió que las instituciones del Estado debían dejar de involucrarse en la economía nacional y promovió una acelerada apertura económica que privilegió la inversión extranjera por sobre la producción nacional. El resultado de todo esto es que los indicadores de pobreza y desigualdad se han disparado y con ellos el tema que hoy nos preocupa, la delincuencia.
Las conclusiones que podemos extraer de todo esto es que, por más policías que pongamos, por más cámaras que instalemos, si no se eliminan las causas estructurales que generan la delincuencia -pobreza y desigualdad-, seguiremos viviendo bajo una sociedad enferma que deberá guarecerse en casas amuralladas con alambre de púas, en un escenario donde será mejor quedarse en casa para estar seguros.
Mientras los gobernantes entran en razón, se ponen de acuerdo y despiertan de las recetas ineficaces que destruyen el progreso y empobrecen a nuestros productores nacionales, es necesario prevenir los asaltos, reactivar los programas de prevención, organizar a los barrios y no exponerse para no engrosar los números rojos de víctimas de la delincuencia que lamentablemente tenemos en Belén… y en Costa Rica.