abril 18, 2024

Imagen con fines ilustrativos.

Por: Dennis Tenorio 

La meta pendiente de quien viaja es el regreso

En la ruta los lugares oscuros, marcan y abren los ojos, 

solo si abrazamos la oscuridad 

como el cincel que esculpe el aire, 

como la realidad de la perspectiva 

y contrastan los destellos que muestran 

las feas caras de quienes toman 

lo espeso oscuro como norma

 

Cuando un lugar nos infecta la herida

nos vamos con la única gana de volver 

algún día para sanar 

 

Por otro lado, 

topamos con lugares iluminados 

con luces veraneras desde que amanece 

Un lago, una isla 

un volcán, una ventana 

una persona, varias. 

 

Y las capitales siempre llenas, 

no hay crédito para ninguna luz 

a menos que esperemos sentados 

a formar parte del paisaje urbano 

Cuando nos empieza a gustar 

es porque se nos durmieron las nalgas. 

 

Durmiendo en los oscuros soñamos los claros; 

durmiendo en los iluminados, 

soñamos con el punto de partida 

y el sabor de los abrazos consanguíneos 

 

Uno de los sueños obligados 

es cuando el viaje desaparece: 

el olor del desayuno más común

nos despierta en el cuarto donde crecimos 

Hay voces en la puerta y en la pared, 

ropa sucia en el suelo

normal…

toda floja…

y flotamos, 

no hay sonidos, tampoco colores. 

 

 Ahora:

Despertamos lejos, 

desayunamos cosas que arrugarían más 

las caras de mis abuelas, 

conversando con muchos acentos. 

Ya no extrañamos solo a los nuestros 

también a los iluminados 

y a los oscuros espesos. 

 

Un hilo empieza a jalar

al centro de cada pupila 

y las sumerge profundo adentro 

en el cuerpo. 

Abandonamos sin disculparnos 

la interesantísima conversación 

con ojos de  anfibio, 

fijos en cualquier lugar 

fuera de foco y de humo. 

 

Pensamos en los días 

cuando comíamos del mismo plato, 

en las noches fijas,

la que tomamos seis botellas de vino 

porque en el camino se rompieron dos más, 

nos reímos y lloramos al unísono. 

 

La canción de un viajero 

solo se escucha en su camino. 

Yo regresé, 

tengo que volver a la ventana tarde, 

a todas las ventanas 

en cada lugar tuve una propia 

dejé una taza de café a la mitad 

sobre el marco 

humeando hacia los colores 

que le guarden las nubes a los astros. 

 

Cuando mi carne sea comida 

y mi hueso se suba al viento 

voy a regresar a todas las tardes 

incluso a las que nunca conocí. 

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