abril 19, 2024
El juego tenía varios niveles.

El juego tenía varios niveles.

No hace mucho empezó la cuarentena, desde ese momento, descargué un juego muy singular llamado “Escape profesional”, que juego con mi mejor amiga por Zoom. Consiste en pasar retos, laberintos y descubrir secretos, pero no pensé que se volvería real.

Eran las 3:09 p.m. en mi casa, estaba haciendo mi tarea, hasta que mi teléfono empezó a vibrar como loco, lo raro era que estaba apagado. Cayó al piso, me paré y lo recogí. Una luz intensa comenzó a salir de la pantalla. Lo tiré asustada, volví a ver a todos lados, suspiré profundamente y lo recogí, dejó de vibrar; abrí un cajón de mi escritorio y lo guardé. Fui a la computadora y llamé a mi amiga para decirle que no jugaría y contarle lo sucedido. Ella me respondió lo siguiente:

– ¡En serio! No lo puedo creer, ¿sabes?, a mí me pasó hace unas horas, mientras estaba en clase de cómputo. Pensé que era algo del teléfono, solo que a mí nunca me pasó lo de la luz, pero bueno, si quieres no juguemos en unos días, a ver si no es el juego.

Pasaron unos días y me decidí a jugar de nuevo, pero invité a algunos amigos de los departamentos de al lado y uno de mi clase de Química. Nos conectaríamos entre la 1:00 y 1:30 p.m. 

Así lo hicimos durante semanas, hasta el día en que todo comenzó…. ya me había olvidado del incidente aquel. Todos estábamos eufóricos por tratar de pasar al siguiente nivel, hasta que el juego se nos apagó a todos. Nos quedamos extrañados y pensativos, todas las computadoras empezaron a temblar y una luz, que salía de las pantallas, nos segó.

Sentí una ligera brisa, en aquel momento abrí los ojos, parecía que estaba en una caja, pero tenía unas cortinas con un signo de hojas. Escuché unas voces por todos lados, volví a ver abajo, tenía un pantalón con tierra, una camisa con mangas y unas botas con agujetas. Alguien abrió las cortinas, el sol me pegaba directamente, pero alcancé a ver a algunas personas. Me levanté y salí por la ventana, caminé un poco y, en ese momento, vi que estaba adentro del juego. 

Un hombre me dijo que esperara; volví a ver a mi derecha y a la izquierda: todos los chicos estaban ahí.  Miré al suelo, unas piedritas estaban brincando, en ese instante, algo empezó a taparme el sol: vi una criatura grande y fuerte frente a mí. Unos hombres que estaban ahí me tiraron hacia un gran hoyo con los otros.  Se me apareció una espada con unas curvas y una empuñadura roja, con una hoja incrustada en ella y unas letras en un idioma diferente.

Mi amigo de Química se llamaba Alen, tenía una camiseta un poco desabotonada, unas botas con cuchillos a los lados y un pantalón de ejército. Mis otros compañeros de juego tenían camisones y jeans. Sus nombres eran Jesús, Alberto, Sesí y mi amiga Sofía. Ella tenía una camiseta corta con tirantes y un short agujereado, además de botas color negro con zíper.

– ¡Buenos días señores y señoras! ¡Estamos aquí para presenciar la batalla más grande posible!-, dijo una persona que estaba en un asiento en la parte más alta del terreno. Recordé que este lugar era la tierra Batalha, donde estábamos jugando antes de entrar al video juego. Sofía me gritó -Tenemos que ganar este juego-, todos asentimos. 

Tratamos de frenar al monstruo, pero se movía a una velocidad que nosotros no alcanzábamos. Duramos mucho tratando de ganarle, pero era en vano, hasta que Jesús corrió a una velocidad que nadie podía creer y le amarró las piernas. Sofía agarró la espada que tenía y le quitó el diamante en bruto de su cuello, que era la fuente de su fuerza.

Subimos todos los niveles del juego con espadas, baritas y ataques especiales, hasta que llegamos a la parte más difícil de todo el castillo de Elule, donde había que batallar contra unos enanos verdes y gigantes, con capuchas moradas y una cara muy seria. Acabamos con todos los enanos del castillo, esperábamos con ansias para salir de ahí y recogimos los tesoros que habíamos ganado para llegar a casa. En ese momento, una luz brillante nos dejó segados pero aliviados. Recuperé la conciencia en mi cama, bajo la manta, con mi ropa de dormir y con las ansias de volver a jugar este juego.

Por eso, ahora escribo este cuento, para recordar esa aventura tan divertida, en esta cuarentena con mis mejores amigos.

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