abril 25, 2024

Imagen con fines ilustrativos.

Por E. Danilo Pérez Zumbado*

En el video-reportaje “Manteniendo limpias las fuentes de agua de Costa Rica” (marzo 2021) de la Deutsche Welle, Katja Döhne menciona el proyecto «Protección del Clima Integrada Verticalmente» de la iniciativa alemana VICLIM en Belén. El municipio, con el apoyo financiero alemán, se propuso sanear el agua mejorando el manejo de residuos para evitar que acaben en el suelo y afecten aguas subterráneas y manantiales. Para ello se realizaron actividades de información para el compostaje, separación de residuos, inspección de calles, clasificación y reventa de residuos para dar ingresos a familias con dificultades económicas.

Es relevante que una entidad reconocida mundialmente, como la D.W., ponga el recurso hídrico en el centro de las preocupaciones de nuestro pequeño cantón. De lo anterior se desprende una pregunta: ¿Estamos los ciudadanos (as) y autoridades municipales realmente conscientes de la riqueza y el desafío que eso implica? Me temo que, fuera de medidas dispersas como ésta, no existen políticas estratégicas ni una visión e identidad local que amarre una gestión mancomunada en pos de la preservación, protección, utilización y divulgación educativa de tan preciado líquido.

Por el contrario, hoy día existen desarrollos urbanos que ponen en peligro humedales, manantiales y ríos. Mientras hablamos de saneamiento del agua, persiste la lamentable contaminación con aguas negras del Río Virilla, la discusión de si, en zonas de inundación, deberían construirse torres de apartamentos o la ambigüedad relacionada con la adquisición de tierras para la protección de los manantiales. No desmerecemos acciones como el saneamiento o la colocación de surtidores de agua para los transeúntes, sin embargo, eso no es suficiente. 

Un aspecto sustantivo de esta reflexión es fijar que el arribo de empresas, desarrollos urbanos, centros de servicios tecnológicos, etc., no depende de nuestra “simpatía y buena cara” sino de la riqueza del recurso hídrico. De manera tal que, así como estos proyectos se afincan en Belén, también pueden irse, de ocurrir una insuficiencia del recurso. 

La visión, por tanto, trasciende nuestras fronteras y convoca a establecer asociaciones intermunicipales para garantizar que las zonas de recarga se mantengan y protejan, al tiempo, que el desfogue de agua se realice con la responsabilidad y estética que merece. 

El reportaje de marras calcula la existencia de 30 manantiales en el cantón que alimentan hasta “alrededor de un millón de personas”. Afirmación que conlleva una tremenda responsabilidad. No obstante, el dato anterior no es nuevo, sino que, por el contrario, está antecedido de una historia local vinculada al agua. En una entrevista que se me hiciera en el 2020 para la fecha de la fundación del cantón (documento que no salió a la luz pública por razones que no quiero expresar ahora), afirmaba que Belén es una “Pequeña Mesopotamia.” Es una tierra cruzada por cuatro ríos, traspasada en sus profundidades por importantes acuíferos, agujereada por múltiples manantiales ,algunos ya desaparecidos. 

Por tales razones Belén fue parte del sistema de represas y plantas hidroeléctricas que arrancaron en la segunda década del siglo XX (Térmica, Electriona, Puente Mulas), hogar del Balneario de Ojo de Agua y, más recientemente, anfitrión de una cantidad diversa de fábricas, centros de servicios y residenciales.

Estas realidades deberían ser fundamento para establecer que la identidad nuclear de esta comunidad es el agua y que, por consecuencia, sus distintos desarrollos (económico, infraestructural, cultural, social, educativo, ambiental, etc.), deben estar afincados en el recurso hídrico.

Requerimos políticas y estrategias de desarrollo basadas en este sagrado líquido y espacios de convivencia social en los que nos acoja la sombra del corteza amarillo y el arrullo de fuentes cristalinas de agua.

*Catedrático pensiona de la Universidad Nacional de Costa Rica, vecino de Calle La Labor. 

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