abril 27, 2024
Imagen con fines ilustrativos.

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  • El siguiente escrito es un homenaje ¿real o ficticio? a las y los inmigrantes que, en el camino de sus sueños, han guardado posada, -temporal o permanente- en el ‘’pueblo de paso’’ 

Marco Tulio Alfaro Villalobos*

En su ardua labor de casi 20 años, como domésticas, cantineros, albañiles, jardineros, recolectores de basura y, quien sabe qué otras cosas más, en la patria libre, ella, entre todos, con sus sacrificios pudo traer a sus hijas de su tierra natal, antes de las grandes protestas en la patria mestiza. Habrían buscado vivienda en los suburbios de una pequeña ciudad cercana a la capital, donde conociera a polilla un transportista, bastante maduro según su experiencia y criterio. Su ambientación era bastante amplia y, se moverían con facilidad en aquellos precarios cercanos.

Entre otros emigrantes que se conocieran, estaba Fernando, un caribeño guajiro le dijeran sus amigos, Angelicé y chama que, llegaron de algún país del sur, eran tantas personas, algunas solo de paso y otras que se adaptaron rápidamente, al idioma alucinante de aquella patria, donde se veía venir en algunas ocasiones la felicidad.  

Los placeres de la vida nocturna empezaban a muy tempranas horas, a marcar la sonrisa del despotismo y, los maquillajes de los gatos marrones se hacían notar: la diversión, las escapadas, broncas, tráfico de estupefacientes, proxenetismo y el comportamiento social, de tal distinguida concurrencia en aquellos bares y clubs nocturnos. Por lo concerniente: la calle también se mostraba, en su deslumbrante gala y vibrante membresía: asaltos, crímenes, y otras modalidades, era absorbente, destinatario, todo aquello por la cual se vivía en la patria de la libertad.

Ese grupo de amigos se citaron en un legendario bar, llamado la gran chichera, donde todos los gatos marrones terminaban su fiesta, en el centro de aquella pequeña ciudad y, que se resistía a dejar de ser pueblo, con ambiente de pueblo, y progreso de ciudad moderna. Para planear la emigración al gran país del norte, el gran sueño meridiano. De pronto una voz que parecía capitanear aquel enredo de risas, cantos y bailarines ebrios de emociones noctámbulas, se escuchó decir al mozo:  /- En que le puedo servir a la bella dama.

Era nada menos que Ferrol Martínez el capitán moreno, la dama estupefacta y atónita contestara / ¡Mi capitán! y la fiesta se hizo desbordante de abrazos y besos. /- ¡Ah sí se conocen, cómo no! / dijera alguno por ahí. Los hermanos continuaban con la conversa de la migra, / – no podemos desaprovechar la oportunidad, Luis viene un grupo de balseros pasaran por aquí. / – tendremos que caminar mucho, atravesar el ismo. / contestara su hermano, ellos los balseros, como se les decía, o cubitas de cariño. / – No cuenten conmigo, estoy muy cómoda con mis hijos en esta patria. / asevero Ana María, aun abrasada a su capitán. /- ¡Yo me voy! / contestara María José. /– ¡Oh que!  Quién dijo miedo.  Exclamo Willy el más joven de todos. / –  Alcemos las copas por el sueño meridiano, hay esperanzas, debemos sumarnos a ese grupo que acampó en la ciudad blanca.

Un campamento que refugiaba a un promedio de cincuenta a ochenta personas, albergaba: mujeres, niños, ancianos, ex soldados y de varias nacionalidades.  Africanos, caribeños, sureños de las gran Colombia, entre otros.                  

Angelín emigro sola desde, el gran desplazamiento del cauca, después de perder a su compañero y padre de su hijo, eso ocurrió en la posesión de las tierras de, los campesinos desplazados, por el ejército para la construcción de una represa en ese valle, su madre y padre se establecieron con su hijo en las colinas de Medellín, tuvieron la suerte, de ser algunos de los sobrevivientes, de tres millones de asesinados, por el ejército del gobierno, de esa nación también en conflicto. 

Fueron siete millones de desplazados, lo que hace un 2% más que, los habitantes de aquel país de paz. Ella caminó desde el cauca, hasta dejar establecidos a sus padres y, a su hijo en aquellas colinas, donde en la parte más alta de esa sierra, los habitantes no eran censados por el gobierno, es decir no existían. 

En fin, Angelice y Ana no quisieron emprender ese viaje, en ese momento de principios de siglo XXI, pues sus experiencias de emigración en tiempos pasados no fueron muy gratas, ellas estaban, tal vez no satisfechas pero contentas y mantenían un estatus, de refugiadas, en ese momento de sus vidas. Pasaron algunos años inadvertidos, Ana maría había quedado embarazada, de su fugas compañero, y Ángel se juntó con un joven muy trabajador, pero adicto, y su relación no fluctuaba.

Los destinos fueron desintegrando aquel grupo, de emigrantes de los noventa y principios de siglo. Ya maduros en su etapa vigorosa de la vida, la fiesta estaba en su apogeo para muchos que jamás regresarían de sus “viajes”, me refiero al consumo de alcohol y drogas. Algunos de los muchachos sí pudieron establecerse y otros sucumbirían en el consumo o muertos en pandillas de barrios, luchas territoriales. Tristemente una de las jóvenes de la hermandad se reflejaba, inmersa el meollo de la adicción y el tráfico de estupefacientes. Ella se encontraba perdida en el sopor de la fiesta, mientras otros se veían avanzar, sacar a sus familias adelante. La joven bella o ñata como le decían sus pretendientes al llamarla.

Un hombrecillo, un tanto sospechoso la observaba desde la barra en aquella cantina, al acercarse ella, le dijera el hombrecillo;/ – linda ven./  la tomo por su cintura,/- gustas una cerveza, /- si amor patada y zancadilla, /- lo que pida la dama ./ dijera al cantinero, aquel desconocido./- ¿Pero no me ha dicho tu nombre? / pregunto ella. /- fiestas es mi nombre. /-¡uuuhh!,  celebrara la chica. Ese intenso romance de seis meces, los dejó como dos sabuesos callejeros, solo huevos y orejas y al borde de la locura, pues sus pies y cabezas eran tan fríos, me refiero a los de la chica, que podrían hundir al Titanic. / – ¡fiestas jajaja! Reía la sarcástica chica desde la proa del Titanic.

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