abril 26, 2024

A cinco años de la Encíclica Laudato Si

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Por Erick Marín Carballo*

Franciscano Conventual

 

 

Algunos documentos de la Iglesia católica imprimen su huella en el círculo de creyentes y hay otros cuyo contenido impacta más allá. Al citar la Encíclica Laudato Si, del Papa Francisco, justamente estamos ante un aporte que alcanza diferentes esferas: las organizaciones sociales y  ambientales,  las contribuciones de la ciencia y de la técnica; el mundo de la política y la economía.  Es por esta razón, que vale la pena recoger algunas de sus contribuciones,  dejarnos desafiar por sus propuestas y preguntarnos su actualidad en el contexto Belemita y nacional.

El Papa, en el numeral 14 del texto, plantea la urgencia de un diálogo respetuoso y abierto: “Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”. Desde esta óptica se reafirma la responsabilidad (¿irresponsabilidad?) de los seres humanos en la actual crisis planetaria y el imperativo de replantearnos  juntos, superando las fronteras geográficas y mentales; un nuevo mundo, “cielos nuevos y tierra nueva donde habite la justicia” (2Pe 3,13). 

Y es que la crisis ambiental no puede ser abordada de modo fragmentado, está vinculada a la crisis social, el grito de la Tierra se une al grito de los más débiles que claman liberación. Siendo así, el “discurso verde” -dirá el Papa-  queda corto, tranquiliza conciencias y legitima análisis sesgados (LS 49). Pide, por tanto, honestidad para cuestionar los modelos de desarrollo, producción y consumo imperantes en nuestro mundo (LS 138), que además han sido entronizados como únicos e irrefutables. 

Podemos llevar esta reflexión hasta nuestros contextos inmediatos: familia y comunidad. ¿Somos conscientes de nuestras acciones y omisiones respecto al planeta? ¿Qué tipo de “progreso” o “desarrollo” pretendemos para nuestra comunidad? ¿Qué relación existe entre la actual pandemia y el deterioro del equilibrio ecosistémico? ¿Somos capaces de pensar en el bien común o simplemente en el beneficio económico personal y de los míos? El Papa Francisco dirá que, tristemente, cuando se habla de biodiversidad muchos visualizan un depósito de recursos económicos para ser explotados. Sin pensar en las futuras generaciones ni en el bien de la comunidad. (LS 190).

 “Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas” (LS 14). Estas palabras del Papa son una invitación a pensar en nuestra posición y responsabilidad. A participar activamente, a buscar diálogos y consensos en miras al cuidado y la defensa de la casa común. A no claudicar en nuestros esfuerzos y en nuestra misión, que en términos judeo cristianos se comprende como la de ser labradores y defensores de un gran jardín, el planeta, nuestra casa común.

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