El Servicio Consciente
Yendry Delgado Aguilar*
Estar al servicio de las personas o circunstancias, de quién la Vida nos pone en nuestro camino, es una gran oportunidad y un privilegio.
Servir de manera desinteresada en cualquier ámbito de nuestras vidas es un regalo para el alma, esa sensación de haber sido útil y hacer que la existencia del otro sea más benévola en esta Tierra nos impulsa en nuestro propio proceso a la trascendencia, a darle un real y verdadero sentido a todo esto. Muchas veces vamos en automático, un día y otro día y otro más… horas llenas de trabajo, de resolver problemas, de lidiar con circunstancias adversas, pueden hacer que nos desconectemos de lo que es importante.
A veces pienso, cómo será el día en que nos toque partir de esta existencia, qué será lo que realmente vamos a valorar, lo que dé sentido a toda esta experiencia que nos toca vivir, cada quién desde su contexto personal. Poniéndolo en perspectiva, me parece que será muy valioso llevarse la satisfacción de haber servido de algo a alguien el algún momento. Independientemente del lugar o la época de la vida en dónde estemos, con las vivencias que nos ha tocado vivir en la familia que nacimos, en la ocupación que nos haya tocado o la que pudimos elegir, en los ambientes donde nos desempeñamos… algo para atesorar será cómo hemos sido útiles para otros.
Servir cuando nos sea posible, empecemos con lo más cercano: nuestra familia, nuestros amigos, en los grupos organizados de la comunidad, en el centro educativo si se está en la época de la niñez o adolescencia, en el trabajo… Aprovechar cada oportunidad de servir con amor.
Recientemente estuve en un comercio de la comunidad, estábamos varias personas esperando el turno de ser atendidos, entre ellas una señora adulta mayor, caminaba con dificultad y con la ayuda de un bordón, claramente a todos los que ahí estábamos nos precisaba o por lo menos a mí sí, un día muy cargado de actividades y hacer mandados toma su tiempo, pues en ese momento la Vida me pone una muestra hermosa de amor al prójimo, cuando llegó el turno de la señora, observé la manera amable y empática con la que el dependiente la atendió, hablándole en tono más fuerte y pausando las palabras para que ella escuchara mejor. Al señor dependiente se le iluminó la mirada con un halo de ternura, mientras ella buscaba y rebuscaba en su carterita el dinero para pagarle. Una vez servida, la despidió con un “qué Dios la acompañe” y ella se fue contenta y agradecida con su paquetito, probablemente para el almuerzo.
Lección del día: la vida nos coloca las oportunidades de servir en la cotidianidad, depende de nosotros aprovecharla, como lo hizo el señor dependiente, o no. Recordemos la bella frase aquella que dice: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.
*La autora es consultora en Flores de Bach Código CST-2018-07097