El Regreso
Por: Dennis Tenorio
La meta pendiente de quien viaja es el regreso
En la ruta los lugares oscuros, marcan y abren los ojos,
solo si abrazamos la oscuridad
como el cincel que esculpe el aire,
como la realidad de la perspectiva
y contrastan los destellos que muestran
las feas caras de quienes toman
lo espeso oscuro como norma
Cuando un lugar nos infecta la herida
nos vamos con la única gana de volver
algún día para sanar
Por otro lado,
topamos con lugares iluminados
con luces veraneras desde que amanece
Un lago, una isla
un volcán, una ventana
una persona, varias.
Y las capitales siempre llenas,
no hay crédito para ninguna luz
a menos que esperemos sentados
a formar parte del paisaje urbano
Cuando nos empieza a gustar
es porque se nos durmieron las nalgas.
Durmiendo en los oscuros soñamos los claros;
durmiendo en los iluminados,
soñamos con el punto de partida
y el sabor de los abrazos consanguíneos
Uno de los sueños obligados
es cuando el viaje desaparece:
el olor del desayuno más común
nos despierta en el cuarto donde crecimos
Hay voces en la puerta y en la pared,
ropa sucia en el suelo
normal…
toda floja…
y flotamos,
no hay sonidos, tampoco colores.
Ahora:
Despertamos lejos,
desayunamos cosas que arrugarían más
las caras de mis abuelas,
conversando con muchos acentos.
Ya no extrañamos solo a los nuestros
también a los iluminados
y a los oscuros espesos.
Un hilo empieza a jalar
al centro de cada pupila
y las sumerge profundo adentro
en el cuerpo.
Abandonamos sin disculparnos
la interesantísima conversación
con ojos de anfibio,
fijos en cualquier lugar
fuera de foco y de humo.
Pensamos en los días
cuando comíamos del mismo plato,
en las noches fijas,
la que tomamos seis botellas de vino
porque en el camino se rompieron dos más,
nos reímos y lloramos al unísono.
La canción de un viajero
solo se escucha en su camino.
Yo regresé,
tengo que volver a la ventana tarde,
a todas las ventanas
en cada lugar tuve una propia
dejé una taza de café a la mitad
sobre el marco
humeando hacia los colores
que le guarden las nubes a los astros.
Cuando mi carne sea comida
y mi hueso se suba al viento
voy a regresar a todas las tardes
incluso a las que nunca conocí.