noviembre 21, 2024
El sacerdote Blas Herrera supervisando el levantamiento del tercer templo de San Antonio de Belén. Fotografia tomada por Gonzalo Sanchéz, 1969-1970.

El sacerdote Blas Herrera supervisando el levantamiento del tercer templo de San Antonio de Belén. Fotografia tomada por Gonzalo Sanchéz, 1969-1970.

German Alvarado Luna*

A finales de la  década de 1960 el mundo occidental se encontró una situación convulsa. Estados Unidos sufrió un agotamiento por la Guerra de Vietnam, la juventud del mundo desarrollado cuestionó la pertinencia del status quo de aquel momento centrado en la seguridad y el combate al comunismo,  la URSS logró equipararse como potencia, al menos en términos discursivos a Estados Unidos, y los movimientos socialistas ganaron fuerza en el denominado “Tercer Mundo”.  

Este escenario generó en los sectores más conservadores una reacción que abogó por luchar de manera más frontal contra el comunismo. La Iglesia Católica no fue la excepción, pero esta institución, mediante el Concilio Vaticano II, usó desde 1962, la estrategia  de acercarse a la sociedad a través de una apertura de espacios a las personas, sobre todo de sectores subalternos, tanto en el rito cristiano como en la organización e intereses temáticos de esa institución. 

En América Latina, este posicionamiento se reforzó con la reunión de obispos latinoamericanos de Medellín de 1968 (CELAM). Entre las estrategias propuestas por la Iglesia Católica para tal acercamiento se encuentra la renovación de la arquitectura eclesiástica, acercándose a la vanguardia y reconfigurando los espacios para mayor acercamiento a  la feligresía, y la mayor participación de la organización social, especialmente juvenil, en los asuntos de la Iglesia. 

La élite costarricense, como plena aliada del bloque occidental, a finales de los 60, mantuvo una fuerte posición anticomunista. Además, la jerarquía de la Iglesia Católica costarricense, representada en Carlos Humberto Rodríguez, tuvo una posición altamente conservadora y frontal contra el comunismo, aunque algunos mandos medios de la Iglesia se distanciaron del Arzobispo y  optaron por la estrategia del Concilio Vaticano II y la CELAM. 

En este período, el cantón de Belén se fue convirtiendo gradualmente en un espacio urbano/industrial, con una población cada vez más numerosa. En esa población predominaron los valores religiosos, pues por ejemplo hubo pocos divorcios y uniones libres, y sus dirigentes se apegaron al discurso conservador/anti-comunista, lo que se muestra en las palabras del Secretario Municipal de 1967 en el periódico La República: “nunca hemos tenido ni siquiera 25 votos para los representantes de las doctrinas exóticas que atentan contra nuestras costumbres cristianas y nuestro modo de vida pacífico y honrado”.  

El curato local, por su parte, fue dirigido por Blas Herrera, una persona entusiasta del Concilio Vaticano II y la CELAM, y fiel servidor del Obispo de Alajuela, Enrique Bolaños quien fue otro activista de la reforma de la Iglesia citada.    

Así, a finales de la década de 1960,  Belén fue uno de los lugares donde la Iglesia Católica priorizó la construcción de un templo, y promovió la participación de la organización social en las distintas operaciones de la parroquia, en lo cual se destacó la organización juvenil con los Boys Scouts y el Movimiento Juvenil Belemita,  en correspondencia con las disposiciones del Concilio Vaticano II. 

Claramente, este accionar tuvo como propósito reposicionar la esfera de influencia de la Iglesia en un momento donde Belén se transformó por efecto del desarrollo urbano industrial. 

El ímpetu juvenil local no tuvo mayor dificultad de organización, en donde el rechazó por la incursión de la izquierda en la dirigencia local era latente. 

Enrique Bolaños, no ocultó nunca esta intención, pues por ejemplo, para él la construcción del templo era fundamental para “influir psicológicamente en la población” de manera tal que la feligresía aumentara su entusiasmo con respecto al rito católico y el mensaje de la Iglesia. 

Claramente hay otros factores de carácter interno, que explican la construcción del templo y la orientación religiosa de la organización local a finales de la década de 1960. No obstante, lo aquí expuesto evidencia que Belén no estuvo exento de procesos de mayor escala como lo fue la Guerra Fría. 

En este caso en particular, se puede ver que las transformaciones que promueve la Iglesia Católica en la arquitectura religiosa y la mayor inclusión de organizaciones locales en asuntos de la parroquia, tienen como fin reposicionar la influencia de este ente en esa avante localidad en un momento histórico donde el comunismo era el peor fantasma de esta institución.  

Pese a ello, ese fantasma no pudo ser detenido a nivel local, pues para principios de la década de 1970, los jóvenes belemitas de aquel entonces ya coqueteaban con él. 

*El autor es vecino de San Antonio, historiador y docente. 

Referencias: (hacerla pequeña para que entre)

  • Alvarado, G., Sanchéz, C. (2021). Los templos católicos de San Antonio de Belén: historia, comunidad e identidad. Impresos Belén. 
  • Chaves, R. (2020). ¡No más hippies! Identidad juvenil, memoria y pánico en la Guerra Fría: el mayo de 1968 en Costa Rica. Anuario de Estudios Centroamericanos, 46, 1-29.
  • Chaves, R. (2020). Divina juventud: La Iglesia católica y las juventudes en América Latina y Costa Rica durante la Guerra Fría (1965-1989). Revista de Historia, 82, 11-59. 
  • McMahon, R. (2009). La Guerra Fría: una breve introducción. Alianza Editorial. 
  • Murillo, E. “Así son los belemitas”. Suplemento La República, 31 de enero de 1967, 21.
  • Pérez, D. (2013). Transformaciones socio-productivas y subjetividad: el caso de empleo femenino en la Empresa Tica-tex. Cantón de Belén en la década de 1970. Taller de historia y culturas locales organizado por Claves Asociación costarricense para el estudio de la historia y la cultura local, en mayo del 2013. 

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