noviembre 22, 2024

Yendry Delgado Aguilar*

Debido a lo que acontece en los últimos tiempos en nuestro entorno más cercano y a otros niveles que nos trascienden, es que he decido expresar mi opinión en esta sección dedicada al manejo de las emociones, algo tan cotidiano y complejo a la vez.

En los últimos meses, hemos tenido muy presente en la retina la situación de crisis que vive nuestro vecino país: Nicaragua. Hemos visto expresiones de intolerancia y aporofobia, este término fue acuñado por la Sra. Adela Cortina, Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia. El término viene del griego á-poros: pobre, desvalido y describe el fenómeno del rechazo al empobrecido, de relegarlo, de dejarlo de lado.

Lamentablemente, esta situación no se da solo en determinadas razas, pueblos o clases, sino que se da en todos los lugares del mundo.  Porque como bien lo expone ella, es diferente a la xenofobia, que conocemos como odio o rechazo al extranjero, pero resulta que tenemos calidades de extranjeros, como que a todos nos simpatiza el turista, el estudiante o profesional de otro país, esos no nos generan resistencia, a esos los acogemos muy bien.

Es el extranjero empobrecido el que nos saca el lado más oscuro, que maquillamos de muchas maneras: “pobrecitos, pero… ” “nos vienen a quitar el trabajo”, “vienen a quebrar los sistemas de educación, salud, etc.”, “sus costumbres son muy diferentes a las nuestras”. En el fondo, es puro miedo a lo distinto, según la experta, es un término que tiene una capacidad transformadora de la realidad.

Cada persona, desde su historia de vida, su educación y sus miedos, construye juicios de valor que van armando su visión del mundo. Esto ha sido palpable con una manifestación organizada recientemente en nuestro país, donde se percibe el odio de algunas personas a los nicaragüenses refugiados, quienes claramente se movilizan porque está en peligro sus vidas.

Propongo hacer un ejercicio de empatía. Por unos minutos, coloquémonos en la posición de tantas personas que deben salir de su entorno “cómodo” (entre comillas porque sabemos que las cosas tampoco están bien aguantando las injusticias de un régimen déspota).

Supongamos que tenemos que salir de nuestro adorado Belén, pueblo con el que nos identificamos y del cual nos sentimos tan orgullosos, dejarlo todo de repente, familia, amigos, trabajo, colegio, escuela,  pasatiempos, las comodidades, la casa, el barrio… Todo, solo tenemos la vida y la ropa que andamos puesta.

¿Cómo nos gustaría que nos trataran a donde sea que vayamos? ¿Con qué tipo de personas y situaciones nos gustaría encontrarnos ante una circunstancia tan extrema y desesperada?

Personalmente, a mí me gustaría encontrarme con personas tolerantes, comprensivas, con sentimiento de compasión hacia los demás, con capacidad de apertura hacia otras formas diferentes  de ser y hacer. Por eso, nuestra invitación hoy va orientada a una regla de convivencia básica y milenaria: “Tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran”, porque oportunidades en esta época nos van a sobrar.

*Vecina de San Antonio, Consultora en Flores de Bach, Código CST-2018-0709Y

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