¿A quién creerle? Política en tiempos de crisis moral
Por Michelangelo Grieco Agüero*
El periodo de Carlos Alvarado se acerca a su final, ya en febrero de 2022 tendremos elecciones nacionales nuevamente y el panorama electoral es más frío que nunca. Los continuos escándalos de corrupción han ocasionado un ambiente de desinterés generalizado en el proceso electoral que se ha reflejado en los procesos internos de los Partidos tradicionales.
Existe una crisis de confianza en el discurso político debido a la evidente impunidad que cobija las más altas esferas políticas y ahora también empresariales. La consistencia ética e ideológica de la mayoría de partidos políticos, con sus pocas excepciones, está tan desdibujada que no se sabe dónde comienza uno y termina otro; esto ha ocasionado pérdida de credibilidad en el sistema de partidos políticos y una tendencia a elegir candidaturas específicas en vez de apoyar partidos.
Esta visión de corto plazo normaliza la corrupción al interior de los partidos políticos e invalida la razón fundamental de su existencia, que debería ser la suscripción de las personas integrantes a los principios éticos e ideológicos de su Partido y aportar desde su visión a la construcción de una sociedad democrática, justa y equitativa. Esto no sucede así en la práctica, en un país en donde se requieren sumas exorbitantes de dinero para financiar campañas políticas, priman los intereses y el pago de favores políticos por encima de estos principios fundamentales, viendo el más reciente caso de corrupción “Cochinilla”, se sabe que repite los mismos patrones del caso ICE-Alcatel, Caja-Fischel e incluso el “Cementazo”; en todos los casos, se involucra el favorecimiento de una empresa privada a partir del dinero público, mientras que existe un silencio cómplice en estos casos y una tendencia acérrima desde los medios privados de comunicación a atacar instituciones públicas para instalar en la opinión pública que todo “es culpa del Estado ineficiente que desperdicia dinero”. Sin embargo, basta comprobar los nexos que existen en el entramado empresarial que dirige estos medios para saber qué intereses favorecen.
Entonces, ante este panorama de impotencia, ¿qué podemos hacer las personas que no podemos recurrir a amnistías tributarias para evitar impuestos o fianzas millonarias para evadir la prisión? Simplemente dejar de votar a partidos políticos que esconden sinvergüenzas y favorecen beneficios personales. Y no es válida la excusa de que “todos los partidos son iguales” porque no lo son, esta es una generalización conveniente a los partidos mayoritarios para evitar que nuevas fuerzas políticas aparezcan en el escenario, es necesario estudiar las propuestas y la trayectoria de las candidaturas en vez de tragarse los discurso políticos. Pero lo más importante es que nos informemos e involucremos en las decisiones que están tomando nuestros representantes en nombre de todo Costa Rica, así tal vez podamos romper el ciclo de corrupción e impunidad.
*El autor es Licenciado en Ingeniería Mecánica y vecino del distrito de San Antonio