Una vuelta por la iglesia: ligando hace 50 años
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Finalizaba la década de 1960, entrados los años 70, Belén se caracterizaba por la vida tranquila y trabajadora de sus habitantes, donde el sentido de comunidad le marcaba el paso a los días, y las persomas jóvenes del cantón compartían experiencias y miradas románticas, en medio de los árboles frondosos que arrimaban sus copas en el centro de San Antonio.
Las salidas con las amistades a conversar o tomarse un fresco (a veces con un toque de una bebida etílica, si se era suficientemente valiente), servían de escenario para dar origen a historias de amor, romance y, en algunas ocasiones, llanto de un corazón roto.
La famosa soda de Juan Felix y otros lugares de baile, como El Pacuare, El Trueno y Cuauhtemoc, eran lugares favoritos para pasar esos ratos amenos. Sobre esto, recuerda Esther Murillo, vecina del cantón, que “uno iba a bailar, pero a bailar de verdad y bueno a ligar, si a uno le gustaba, iba a buscar a la person”. Pero estos no eran los únicos lugares.
Las casas de las amigas y amigos con las lunadas o las melcochas, las gradas afuera de las casas, el único cine que había en la época, las visitas al Ojo de Agua, los grupos de jóvenes como Sembrando Futuro, andar en bicicleta o caminar hasta el autódromo para pasar el día, se convirtieron en posibilidades para encontrar el amor en medio de la cotidianeidad. Y, por supuesto, no se puede olvidar, la vuelta por la iglesia.
“Uno iba a misa en la noche, y se quedaba ahí por fuera y las mujeres daban la vuelta a la iglesia por el lado y los hombres estaban ahí como parqueados y uno echaba ojito. Una forma de encontrarse era esa, ir por la iglesia o llegar al atrio de la iglesia después de la misa, se quedaba hablando todo el mundo y se acercaba el individuo” recuerda Esther, entre risas.
Sobre esto, cuenta Marilú Gonzalez que, “las amigas nos íbamos agarradas del brazo, dándole vueltas a la iglesia y saludando a todos los que venían. Igual los muchachos se paraban en las esquinas a verlo pasar a uno, y ya ahí le daba pelota a alguno, se le quedaba uno viéndolo y tirando pelota. Y muchas veces, el muchacho se decidía y se arrimaba ahí y lo saludaba y uno se quedaba hablando con él y por ahí empezaba la cosa. Eso se usó por mucho tiempo.”
Le manda saludos aquel fulano
Pero no se equivoquen. Antes de las vueltas por la iglesia o la bailada en los salones, usualmente la norma para el cortejo era una nota, carta de declaración o mandarle saludos con alguna de las amigas o amigos, concediendo una pista del amor que estaba floreciendo a la distancia.
Recordando sobre esto, Xinia Segura, vecina de La Asunción, comenta entre risas que: “Si a uno le llegaba a gustar a alguien, ese muchacho le mandaba saludos con alguien, con algún amigo digamos, o también le mandaban papelitos a uno. En eso no había teléfono ni nada, entonces, como llamábamos nosotros, darse cuerda.”
¡Eso no se hace!
Tampoco se puede olvidar, que el “ligue” de los jóvenes belemitas de esos tiempos, como suele suceder en las diferentes épocas, tenía prohibiciones.
La obligatoriedad de las chaperonas en las citas o salidas de los novios, las horas de llegada a la casa desde temprano, no salir o montarse a carros solos, son apenas algunas de las reglas.
Comenta Marilú que: “Si íbamos a bailar, usted no se podía apretar ¡jamás! Lo más, bailar de manita, cuando el muchacho le ponía la mano en la cintura y en la mano, y la jalaba para el pecho, eso ya era que usted estaba súper súper copado”. Restricciones que eran especialmente obligatorias para las mujeres jóvenes.
Quienes recuerdan esas épocas, lo hacen con cariño, pensando en la libertad que había de poder salir y compartir con sus amistades y posibles amores románticos, en espacios comunitarios donde la tranquilidad del cantón les abrazaba.
Ahora, miran hacia el pasado con anhelo de esos tiempos que distan tanto de la realidad actual, donde las miradas alrededor de la iglesia son cosa del pasado.