Tribunal de pájaros
No existen paredes para prevenir al hombre,
lo hemos intentado por siempre,
le hemos advertido,
los mayas lo sabían, nos denominaron aves que anunciaban,
amigos perennes del camino.
Tijo que abraza a la tija, celosamente con su ala,
ella alada en su abrigo.
¡Qué bella lección de amor!
Nosotros fuimos puestos para eso,
sobrevivimos como ustedes, capaces de picotear hasta el sangrado
por defender lo nuestro.
No somos tan diferentes, robamos cuando necesitamos,
pero para eso está sobre la tierra, para tomarlo.
Nos gusta lo que brilla como a vosotros
y lo robamos sin vergüenza.
De igual manera nos diferenciamos en blancos y tintos,
negros azabache y azulados.
Nos juzgan por tener ojos despiertos,
pero no podéis ver la dulzura en los mios.
Ahora mismo le revoloteo, y no entiendes mis ademanes.
Te canto, me escuchas, pero piensan que fue lindo,
mas no entendiste mi auxilio.
Nos vamos quedando sin casa…
Y te parece bonito, porque estás anonadado,
entumecido por el cemento que en total te acementa.
Y cementado el hombre es incapaz.
¡Suéltate!
Como los primeros hombres
¡Suéltate!
Con el vuelo que te enseñé
aquella tarde
entre colores totales de milagro.
Deja que vuestro pico se exprese solo por necesidad.
No desgastes garabateando en vuestro ego,
tan absurdo como creerse más.
Respeto al que vuela más alto,
al que cae en caída,
admiración.
Y cuando todo está quieto nos aquietamos y cuando
viene el viento, nuestro aliado total, jugamos
aprendiendo de él.
Vigilante siempre estamos de ustedes,
seres extraños,
alejados de su propia naturaleza.
Están ahora en nuestro tribunal,
donde las hojas otoñales dispersan el olor del cambio.
¡Mira!
Como el agua se tiñe del color del cielo.
¡Mira!
Cuando vibras tan fuerte que se te cumple el deseo.
Poemario inédito: Bendición disfrazada de Anais de La Ribera- 18/09/2017