noviembre 20, 2024

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Sucedió el 4 de noviembre del 2015. El tren de Belén llega a la estación y, como de costumbre, (vaya usted a saber por qué), las luces de los vagones se apagan justo en el momento cuando los pasajeros comienzan a bajar; es decir, cuando más se necesitan.

En medio de la oscuridad y la lluvia, descendí por la rampa y en cuestión de segundos sentí que mi pierna derecha cedía. Había caído en un hueco.

Lancé un grito de dolor producto de los golpes recibidos y la torcedura que me provocó la caída. Mientras el tumulto de gente seguía descendiendo del tren, un amable muchacho me ayudó a ponerme otra vez en pie.

Verifiqué que la pierna no estuviera partida en dos, mientras el muchacho me contaba su propia experiencia con el susodicho hueco de la rampa, del cual él también había sido víctima una semana atrás.

El peligro era inminente. Por ahí, a diario, pasan adultos mayores, niños y mujeres embarazadas. Cualquiera, sin importar edad ni condición, podía sufrir graves daños físicos; en especial personas con condiciones especiales.

El asunto no desveló a ninguno de los funcionarios del Incofer, por lo cual puse mi queja en redes sociales, y denuncié también la falta de supervisión de las autoridades municipales.

A los pocos minutos recibí por Facebook la siguiente respuesta de la Municipalidad de Belén: “…desconocíamos el daño en dicho sector de la rampa, ya que no había sido reportado. Vamos a coordinar con los personeros del Incofer para reparar el daño lo más pronto posible…”

Diligentemente, un día después, la Municipalidad me comunicó, también por redes sociales, de la “reparación preventiva” que realizaron con el fin de evitar accidentes, para luego proceder –supuse- a la reparación completa.

Más de un año después, cuando ya comienza a deshojarse el calendario  2017,  la reparación definitiva del daño en la rampa no llega, y el parche temporal ya presenta signos de deterioro.

Así somos. En lo pequeño y en lo grande. Es común que en Costa Rica prestemos atención a los problemas cuando tenemos el agua al cuello, y no cuando tenemos la oportunidad de actuar a tiempo para evitarnos males mayores.

Lo vemos con el caos vial, con el sistema de pensiones de IVM, (al borde de la quiebra) y con el famoso “puente de la platina”.

Crucemos dedos para que el parche no ceda, se forme otro hueco, y se accidenten más personas. Ahí de seguro -otra vez- correrá la “muni” a coordinar con el Incofer una solución “preventiva” para nuestra “rampa de la platina”.

Al rato y cuando la reparen de verdad, procedan a inaugurarla con bombos y platillos, como supongo sucederá con el puente sobre el río Virilla.

 

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