abril 29, 2024
Imagen con fines ilustrativos.

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El famoso Coronel tenía varios hermanos. Uno de ellos no salía de noche, nunca se divertía en fiestas, ni se le veía en cantinas, ni tampoco iba al estadio. Era eficiente agricultor, usaba botas de hule, chonete y se iba temprano a la cama.

Coronel se preocupaba mucho por su hermano y  quería sacarlo del aburrimiento. Un día de tantos le pidió a su  hermano que lo acompañara a Alajuela. – ¿Para qué? – Le preguntó el hermano. – Yo no voy. – ¡Ah, no jodás! Contestó Coronel. Vamos. 

El muchacho se alistó, y tomaron el bus de las cuatro de la tarde. Al llegar a la ciudad, Coronel se dirigió a una casa muy visitada por hombres en esa época. De pronto preguntó Yayo: – ¡Idiay, Coronel! ¿Pa ónde me llevás? 

-Para la casa de unas amigas que tengo por aquí. 

-¡Ahh! – Contestó el otro muy despistado. Luego Coronel hizo un gesto. – Venga Cumiche esta es la casa, sígame; entraron por un pasillo. Disimulado Coronel llamó a una de las muchachas y le dijo: – Hola Encanto, vengo a pedirte un favor, la joven se deshizo en coqueteos, lo cubrió de besos y continuó: – Vamos cariño me cambiaron de estancia.

– No Reina, el favor no es para mí, es para mi hermano. Él es un muchacho ingenuo no sabe de estos trotes; tenés que tratarlo bien, no lo vayás a asustar, es la primera vez que viene a un lugar de estos.

– Amor no te preocupés, lo voy a afilar muy bien. En este campo yo me lo sé todo. Aunque no puedo asegurarte en cuánto tiempo lo voy a lograr. Lo que sí sé es que de aquí, este niño saldrá como nuevo. 

– Está bien, Reina, a la vez miró al hermano y exclamó: – Venga por aquí Cumiche, entre.

El joven acongojado respondió: – ¡Ah! ¿Para qué? La muchacha sonriente se acercó, lo tomó del brazo y entre mimos se lo llevó.

Al cabo de dos horas, Coronel con las manos sobre la cabeza pensó en voz alta – ¿Qué diablos, por qué no salen? Esto me costará un ojo. Al instante oyó abrirse la puerta, voces, risas. El Cumiche venía realizado. Coronel le pidió que lo esperara afuera, sacó los billetes y antes de pagar, preguntó: 

– ¿Decime Reina, cómo te fue? La joven todavía un poco mareada le contestó: – ¡Ay amigo! Mejor no pudo haber sido ¡Pero qué hijueputa y qué patas más hediondas!

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