mayo 1, 2024

El Rastro se localizaba en Barrio San Isidro.

Oscar Manuel Alvarez Gonzalez

En nuestra comunidad existió un matadero de animales conocido como “El Rastro”, ubicado en el Barrio San Isidro. Este se encontraba a un costado de la carretera que conduce a San Vicente, ingresando por la ruta que pasa al frente de la panadería “El maná”.

La propiedad donde se encontraba el rastro fue una donación del Sr. Ventura Delgado Q.D.D.G al municipio de Belén. Según nos cuenta don José María Luna, conocido como “Melo Luna”, los animales que se sacrificaban en ese lugar provenían de diferentes lugares del país  como San Carlos, Guanacaste y otras zonas ganaderas. Algunos eran trasladados en tren y los bajaban en la estación del ferrocarril en un lugar conocido como “El Toril”. 

Don José María no recuerda exactamente cuándo se hizo la construcción del rastro, pero considera que posiblemente fue a principios del siglo pasado y se cerró a principios de la década de 1970 por causas desconocidas.

También nos cuenta el Sr. Luna que la primera carnicería dede Belén fue de un señor llamado Joaquín García conocido como “Joaquín Barbudo”, y se encontraba frente a la casa de Froylan Vargas Q.D.D.G cerca de la entrada a la empresa Pedregal.

Posteriormente, hubo otros carniceros como don Sacramento Luna, José María Luna (padre de Melo), Mario Peraza, don Hernan González, Juan de Dios Gonzalez, Antonio Guerrero Blas Agüero, José Arroyo conocido como Chepe Arroyo, entre otros. 

En esa época, una libra de carne costaba 15 centavos y todavía les daban feria según nos cuenta Don Melo

En el caso de los cerdos los traíamos de la plaza de chanchos de Heredia y era muy frecuente en esos tiempos que algunos animales vinieran infectados de una enfermedad conocida como “Frutilla”. Esta es un padecimiento que afecta especialmente a los cerdos y estos animales no pueden ser consumidos por los humanos. 

Las familias de esta zona nos mandaban al matadero a recoger sangre de cerdos para cocinarla y hacer la tradicional morcilla con cebolla, chile, orégano y otros condimentos más.

Las reses que iban a ser sacrificadas las pasaban por un tanque de agua con carbolina, para eliminar parásitos que traían los animales. La limpieza del matadero iba directamente a una sequia que pasaba a un costado del matadero, con dirección al río Bermúdez. En estos tiempos esa labor de limpieza no la permitirían las autoridades sanitarias

Los cachos eran enterrados en un hueco para que se desintegraran con el paso del tiempo. Al frente del matadero existía una franja de tierra que los niños y jóvenes de esa época la utilizabamos para jugar bola con una vejiga de cerdo regalada por don Sacramento.

Casi todas las tardes se armaban unas mejengas las cuales muchas veces no terminaban porque se armaban unos “bochinches”, por jugadas arteras, goles anulados y muchas razones más, ya que se jugaba sin árbitro.Nadie quería esa función. Lo cierto es que nadie se enojaba y al otro día iba de nuevo como si no hubiera pasado nada. 

Fue una época muy bonita y he querido contarle esto a los más jóvenes y también para que los mayores revivamos parte de las vivencias de nuestro cantón recordando al desaparecido matadero de animales conocido como “El Rastro”.

*El autor es vecino de San Antonio, ganador de la Orden Billo Sánchez y entrenador deportivo 

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