Berthita
Jessica Sánchez
Escritora y activista feminista
Lo que voy a decir de Bertha es harto conocido: lideresa, ambientalista, feminista, defensora de la vida y de su pueblo lenca, contaba con medidas cautelares de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Perseguida y criminalizada, ella fue asesinada en su casa el 3 de marzo de 2016, exponiendo a la vista mundial un Estado incapaz de asegurar la vida e integridad de sus habitantes y mucho menos de las defensoras de derechos humanos.
Más allá de estas palabras diré que los recuerdos que voy a mencionar pertenecen a un colectivo más grande del que formé parte hace un tiempo. Conocimos a Bertha Cáceres cuando solo era Bertita. Convocada por un proyecto cultural artístico feminista llamado Casa Chamana, llego a San Pedro Sula, desde La Esperanza, Intibucá, acompañada de su madre y su recién nacido, Salvador.
Fue una tarde de café luminosa, hablamos de las costumbres de las mujeres de estas tierras, como vivían y soñaban, como amaban, como las lencas parían en comunión con la naturaleza, como ayudaban a otras a parir en una tradición heredada por siglos, como acomodaban a los bebés cuando estos se “atravesaban” o estaban muy abajo en el vientre de las madres. Aquí hablaba también Doña Bertha, su madre, denunciando como el avance del sistema médico occidental que obligaba a las mujeres a ir a los hospitales, menospreciaba y destruía poco a poco las tradiciones indígenas conservadas durante tanto tiempo.
Ellas hablaron también de la “compostura” el rito indígena lenca que consiste en “dar de comer a la tierra” antes de iniciar una cosecha, para que los espíritus que habitaban los ríos, los montes y las lluvias fueran propicios y dieran su bendición a los convocantes.
Años después nos volveríamos a encontrar en sitios comunes, en La Esperanza, en Tegucigalpa, en asambleas, reuniones y otros espacios del movimiento. Obviamente, el Golpe de Estado de 2009 perfilo a Bertha aun más como lideresa de un movimiento amplio de resistencia: contra las transnacionales, contra los oligarcas y todos aquellos que se creen dueños de estas tierras y todo lo que contiene.
Bertha era y sigue siendo nuestra hermana, de esas que sabes que tienes y que andan por allí aunque no necesariamente se vean siempre. Nos unía sin ser íntimas, amores comunes, hermanas, espacios. Nos seguirá uniendo el amor por este pueblo que batalla día a día con la pobreza, la desidia y el abandono. La encontraremos en la fuerza de los ríos, de las ancestras y por supuesto, en la fuerza de la palabra compartida de este país, con nombre de mujer.