abril 19, 2024

A Fernando Fernández Moya, conocido como Yirol

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Por Gaspar Rodríguez*

Hace unos días, partió a la casa del padre nuestro amigo y compañero Yirol. La mayoría le conoció como fue en sus últimos tiempos, caminante eterno con botas de hule a veces, otras con tenis de mucho uso. Su bolso a la espalda y para caminar “la pachita” y algún dinero. Sí, era un alcohólico enfermo, mas, ese que la mayoría conoció en esos últimos años, no siempre fue así, él tuvo una vida normal, como la suya o la mía y de eso doy fe.

¿Por qué Yirol? En nuestros tiempos jugábamos bolillas (bolinchas o canicas) estas eran de diferentes tamaños de acuerdo a su precio, las de a peseta (25 céntimos) con las que no se jugaba porque eran muy grandes, y las de a “diez” y las de “cinco”. Pero había unas más pequeñitas que las llamábamos “yirol”, como nuestro amigo que era grande pero no tanto, como dijo Firio, “a alguien se le ocurrió y le encaramó “Yirol”.

Su infancia la vivió primerio en barrio Fátima, luego sus padres se vinieron para “arriba” y se establecieron en la “cuesta”, una parte de la calle que sube de norte a sur de la casa de Nano Rodriguez (mi padre) y que se dirige al cementerio. Allí,, desarrolló gran parte de su vida.

Los días transcurrían de nuestra casa al cementerio, para “el alto” y para “el bajo” hasta la pulpería de doña Cata, rara vez cogíamos para arriba (hacia el este). Su vida social la hizo con los que éramos sus vecinos, mi familia, los de Ricardo, los de Memo, los de Firio, los de Licho Campos, los de Toño Hernández, los de Otilio Villegas, los del otro Pepe y demás.

Cuando José, Hernán, Gilberto y mi persona (dijo Cuco), ingresamos al Liceo Regional de Flores, como Yirol siempre andaba con nosotros, “empezaró” a hojear los cuadernos del colegio, se interesó siempre en el idioma inglés, del que se enamoró desde el principio.

En ese tiempo también escuchamos las primeras canciones en ese idioma (radio Juvenil, la primera emisora que tocaba música en inglés). En la rocola del Palenque había algunas canciones de los Beatles (Today is your birthday y Twist and shout), en un bar en Alajuela había otras de Led Zeppelin (Whole lotta love y otra) y las ponemos hasta la saciedad y la gente se molestaba mucho con nosotros.

Ese interés manifiesto de Fernando por el Inglés lo llevaría a inscribirse en el Centro Cultural Costarricense Norteamericano, donde completó todos los cursos necesarios para dominar dicho idioma, también hizo cursos en alemán y en portugués, los que manejaba bastante bien.

Su vida laboral la inició igual que todos nosotros: en el campo, en la agricultura que se desarrollaba en aquel momento en los veranos, ya sea desgranando maíz, cogiendo café y en las famosas “juntas” del grano de oro. También laboró un tiempo como operario en la Scott Paper.

En aquellos años, un grupo de muchachos realizaron una gran aventura; mi hermano Arnulfo ganó la licitación para toda la parte eléctrica del muelle de Chomes y allá se fue nuestro personaje, Yirol, junto con Baltasar (mi hermano), Ángel Arroyo. Carlos Rodriguez (Pequis), Hernán Alvarado (Raticher) y otros, todos ellos realizaron aquella gran tarea de gran forma.

Yirol también laboró en las excavaciones de Intel para el Museo Nacional donde, aparte de su labor en la tierra, también colaboró con sus conocimientos bilingües. También trabajó para un hotel cerca del puente de la sorda, donde conoció a la persona que le iba a cambiar su vida: su esposa.

Creo que estando ya casado realizó su más grande sueño, él quería hacer una agricultura pero a su manera, a su estilo; con sus propias ideas y técnica y lo logró; sembró un chilar y pegó una buena cosecha y le dieron un precio excelente e hizo un montón de plata. Pero su señora era de muy buen gusto y poco a poco aquel dinero se fue terminando y ella empezó a portarse mal con él.

Habían procreado a un niño en el que se refugió, con tan mala suerte que ya crecido (7 a 10 años) su esposa, mediante engaños, se lo llevó para su tierra natal Nicaragua. Al sentirse solo y abandonado cayó en las garras del alcohol. Entonces, se le presentó una oportunidad de viajar a España para laborar, pero debido a algunas limitaciones psicológicas no pudo realizar bien su labor y regresó al país. Para costearse el viaje había vendido su pequeña casa y al regresar ya no tenía ni a donde vivir y se hundió más en su sufrimiento, hasta que cayó al hospital donde perdió su última batalla.

En el acta de defunción dice que falleció por síndrome de abstinencia, alcoholismo, neumonía y desnutrición.

El murió por amor; por amor a su hijo, el que le arrebataron de sus manos- ¿Culparemos a su señora por lo ocurrido? Claro que no. Los culpables somos nosotros; esta sociedad que pone estándares de vida que algunos, por diferentes razones, no pueden alcanzar y son despreciados por esa misma sociedad.

Aquel niño regresó a los años a conocer a su padre, pero los estándares de papá que él tenía no fueron los que encontró y se regresó a Guanacaste donde vive con su tía, porque su madre emigró a los Estados Unidos. Aquel muchacho no podía entender que su padre lo había creado con el amor más grande que yo haya visto de un hombre para su hijo.

Sufrió Fernando como pocos (yo lo escuchaba llorar en las noches sin consuelo), pero eso fue para que se purificara y preparara para descansar en paz con Dios, porque estoy seguro que en este momento está con él en el Cielo.

*Vecino de La Ribera. Regidor Municipal del PUSC.

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