Belén: parroquia y límites
E. Danilo Pérez Zumbado
Algunos hoy se preguntan por qué si el cantón de Belén es parte de la provincia de Heredia, su parroquia pertenece a la Diócesis de Alajuela. La primera respuesta es de carácter general: los procesos de división territorial y eclesial no corren paralelamente.
Las autoridades coloniales de la provincia de Costa Rica establecieron divisiones que fueron posteriormente retomadas o modificadas por las autoridades políticas, después de la independencia.
Sin embargo, dado el carácter apenas incipiente de la Costa Rica de entonces, algunas divisiones territoriales o eclesiásticas ni siquiera eran imaginadas. Lo irónico es que todavía en los albores del siglo XXI, Belén arrastra indefiniciones limítrofes de gran perjuicio para la población.
Por eso, este cantón semeja, todavía, un territorio escindido entre Heredia y Alajuela, lo cual, no obstante el bullicioso orgullo de los belemitas, refleja una debilidad penosa cuyas autoridades políticas locales no han tenido capacidad de resolver. Problema que prosigue su curso, aun teniendo flamantes representantes locales en la Asamblea Legislativa, como sucede en la presente administración.
Solo para poner un ejemplo, la agresiva política de la Alcaldía de Alajuela amenaza con asumir la administración de casi la mitad del distrito de San Antonio (incluidas obras como el Polideportivo y el Ebais de Escobal), sobre la base de los anacrónicos límites imaginarios.
Conviene hacer unas indicaciones históricas para entender el tema. La parroquia de Heredia “Inmaculada Concepción de María” fue fundada en 1734 y la de Alajuela “San Juan Nepomuceno” en 1790. Por su parte, la primera ermita de San Antonio se construye en 1856 y la creación de la parroquia en 1867.
Esto dice que la actividad religiosa del poblado de San Antonio (cuyo reconocimiento es posterior al asentamiento fundacional de Belén, a saber, Potrerillos), antes de 1867, pudo estar relacionada con una u otra parroquia, según las posibilidades de acceso hacia el este o el noroeste de este pequeño territorio.
Existe, sin embargo, un documento que aclara parcialmente esta situación. El 16 de octubre de 1877, un grupo de vecinos de San Antonio envía una carta al General Tomás Guardia G., en la que expresan beneplácito por su reciente nombramiento como Presidente de la República y en la que, entre otros asuntos, mencionan: “San Antonio está compuesto por pocas familias (unas quinientas personas) que estamos olvidadas en el mapa geográfico de la República”.
Afirman que pocos años atrás “edificamos una pequeña iglesia para aliviar a las familias de concurrir a la Parroquia Matriz que queda a distancia y el Obispo Llorente y La Fuente compadecido de nosotros que levantamos la iglesia sin fondos y recursos y solamente rodeados de nosotros mismos, nos favoreció y elevó el rango de Parroquia”.
La carta no especifica cuál es la Parroquia Matriz. Lo interesante del caso es que, a la altura de 1867, el obispo para convertir San Antonio en parroquia tuvo que agregar el barrio de San Rafael de Alajuela para cumplir con el requisito de las dos mil almas. No sabemos si en aquel año, ambos barrios sumaban tal población, en todo caso se creó la parroquia.
Los vecinos, sin embargo, apuntan un problema, los barrios están gobernados por autoridades políticas diferentes (Heredia y Alajuela), “lo cual para los trabajos piadosos no da buen resultado”.
En la nota, también piden la destitución del agente de policía, nombrado por el Gobernador de Heredia, pues este no puede tener otro calificativo que de “cadáver”, pues no hace nada y recomiendan al señor Juan Granados.
Los vecinos afirman estar empeñados en la construcción del panteón, pero “al mismo tiempo causa pena ver que ese trabajo (es) llevado en hombros de los más entusiastas y que otros permanezcan espectadores fríos sin prestar el más pequeño servicio y esto por carecer de una autoridad de policía que los levante y obligue a trabajar a la par de nosotros pues la obra es común y de utilidad pública”.
Suponemos que la agregación de San Rafael pudo orientar, posteriormente, a las autoridades eclesiásticas a integrar Belén a la Diócesis de Alajuela; sin embargo, esto es especulación.
Lo cierto es que dicha Diócesis fue erigida en 1921, la cual pierde posteriormente Tilarán y Ciudad Quesada, razón por la cual, a manera de recompensa, la Santa Sede le agrega las parroquias de Belén, Santa Bárbara, Flores y Sarapiquí (posiblemente parte de la Diócesis de San José), en 1961.
En tal sentido, Heredia nunca ha tenido el rango de Diócesis y sus parroquias están distribuidas entre Alajuela y San José. Así, entonces, esta pertenencia a la Diócesis de Alajuela junto a la existencia parcial de límites imaginarios entre Belén y el cantón central de Alajuela, sitúa a este cantón en una suerte de encrucijada. El desafío principal es, empero, el tema de los límites.
Es absolutamente disfuncional y obsoleta la existencia de líneas imaginarias para dividir un territorio. En la zona en conflicto existen casas de habitación en las que la sala está en Belén y la cocina en Alajuela, asunto que se complica pues los vecinos afectados tienen obligaciones tanto en una municipalidad como en otra.
Existe, además, un elemento de fundamental importancia: el comunal y cultural. Es indudable que la mayoría de los vecinos de las zonas afectadas están históricamente identificados con Belén, razón por la cual cualquier acción burocrática fuerza indecorosamente sus filiaciones. Las autoridades locales tienen un compromiso ineludible: luchar por un plebiscito para resolver tal irracionalidad.
Fuente: A.N. Gobernación. 30.429 Folios 5 al 7.