noviembre 20, 2024

Por Ronald Díaz

Una popular fábula nos relata que si colocamos una rana en un recipiente con agua caliente, esta saltaría de inmediato.

Si por el contrario, la ponemos en agua tibia y poco a poco vamos incrementando la temperatura hasta que hierva, la rana se adaptará a los cambios paulatinos en el ambiente y, sin darse cuenta, perecerá cocinada.

Cuento la historia porque a veces siento que en Belén nos podría estar ocurriendo algo similar con la expansión arrasadora del comercio. Quienes han estado lejos del cantón por algunos años, cuando regresan se percatan de lo mucho que ha cambiado el paisaje.

Desde el distrito de La Asunción, pasando por el centro y desplazándonos hacia el oeste, podemos observar con claridad el fenómeno. Igual sucede desde La Ribera.  

Fijémonos, por ejemplo, en la avenida central. Después de la casa de “Cholo” Murillo, lo que antes eran residencias, se han transformado en locales comerciales. Lo mismo sucede en los alrededores de la plaza de deportes y en múltiples puntos geográficos de la comunidad.  

Esto nos plantea la siguiente interrogante: ¿a dónde viven los belemitas?

Es probable que algunos lugareños se hayan mudado a algunos de los muchos residenciales de la periferia del cantón. Otros, quizás, se marcharon a lugares cercanos a sus trabajos, o lejos del ajetreado entorno actual.  

Vaya usted a saber. Pero el punto al que quiero llegar es que un Belén industrial, y ahora también comercial, poco a poco perderá su identidad.  

Los belemitas de raíz ya son viejos, otros estamos en camino de serlo. No está claro si las generaciones de reemplazo tienen suficiente arraigo como para mantener vivo ese concepto abstracto de “ser belemita”, más allá del lugar de residencia.

Tanto es así, que las actividades culturales en donde uno puede ver la reunión de las familias autóctonas, suelen llevarse a cabo en el salón de la Asociación de Desarrollo Integral de la Asunción (Adila).

En el Belén de la primera mitad del siglo XXI el punto de encuentro más común son las ferias y los supermercados.

La construcción de un gran teatro, de lo que tanto se ha hablado, o de inmueble para actividades de la comunidad con características modernas, a la altura de un cantón desarrollado como el nuestro, es una urgencia.

Pero eso no es suficiente. Habrá que pensar, diseñar  e implementar estrategias para que nuestro pueblo sea mucho más que una fila interminable de fábricas y comercios; esa es una responsabilidad ineludible de la municipalidad, a quien le corresponde llevar la batuta.

De no hacer algo pronto, el sentido de comunidad en Belén se nos extinguirá de poquitos, como la rana del cuento.

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