Paisajes culturales en el cantón de Belén
German Daniel Alvarado Luna*
Desde 1970, el cantón de Belén sufre un proceso expansivo de extractivismo urbano, el cual consiste en la apropiación privada de recursos como tierra y el agua para ponerlos a disposición de negocios asociados con el sector inmobiliario, industrial, y servicios. Esto ha conducido a restringir el acceso comunitario a esos recursos, lo cual ha conllevado a un deterioro de la calidad de vida de gran parte de la población, sobre todo aquella que carece de recursos económicos.
Ante esta circunstancias ha nacido a lo largo de los últimos años, movimientos que buscan preservar los pocos espacios verdes e hídricos que quedan el cantón con el fin garantizar su acceso público e intergeneracional. Estos movimientos han realizado una notable labor que en estos momentos tienen al cantón como uno de los frentes más importantes en la lucha ecologista en los territorios urbanos.
A partir de la labor que he realizado como gestor sociocultural en el cantón, he podido explorar un concepto que podría ampliar la legitimidad de estos movimientos. Me refiero al concepto de paisaje cultural, el cual permite interrelacionar el aspecto cultural y ecológico en estas luchas. Los paisajes culturales, son proyecciones visuales de un espacio las cuales forman parte de la identidad de un grupo social, debido a que este resguarda usos, prácticas y significados que son parte crucial de su memoria colectiva, y en consecuencia les permite definirse y distinguirse como colectivo.
En Belén, los espacios verdes que quedan, más allá de su valor ecológico tienen también un valor cultural. El Santuario, El Ojo de Agua, Puente Mulas, La Gruta, El Humedal de la Ribera, son lugares que reflejan los rasgos identitarios históricos del cantón que ha sido nombrado por el intelectual belemita Danilo Pérez como “peregrino” e “hídrico” en tanto una memoria colectiva fuertemente asociada al tránsito de mercancías y personas, y a la interacción cotidiana con los ecosistemas de agua dulce.
Ante este valor cultural, dichos espacios más que áreas verdes o parques naturales, son paisajes culturales, donde la naturaleza humana y no humana se integran de manera convivencial. Entender esto así, implica que en la gestión y manejo de espacios se debe contemplar la integración comunitaria desde la horizontalidad, de manera tal que las personas que conforman ese grupo tengan una cuota efectiva de poder en los planteamientos y toma de decisiones. De ese modo, la legitimidad entorno a las luchas por espacios encontrará más respaldo y sentido, porque supera visiones dicotómicas, e incorpora la dimensión interna de lo humano.
La categoría de paisaje cultural, todavía no existe en la legislación nacional. La UNESCO la ha planteado, aún de forma muy limitada, pues la enfoca desde una perspectiva universalista y eurocéntrica. Eso no impide que Belén se ponga a la vanguardia, y empiece hablar de ese término para sus luchas y proyectos de recuperación del espacio.
*Docente e historiador.Vecino de Barrio San Isidro