Rita Quesada S.
Por María Amalia Zamora Mora.
Con una gran sonrisa me recibió un viernes en su casa, junto a un perrito adorable que la cuida y cela con justa razón. Sentadas en la sala de su casa comenzamos a conversar amenamente sobre la bondad inmensurable y empatía universal que nos ha dado a lo largo de más de 50 años que tiene de estar en este cantón de mujeres extraordinarias como lo es doña Rita Quesada.
¿Cuándo inicia con las labores comunitarias?
Empecemos que yo no soy belemita, soy de Turrúcares, pero tengo 51 años de estar aquí, yo me considero belemita al 100%.
Cuando mis hijos ya estaban en la primera, se me solicitó si quería ser parte de la Junta Directiva de la escuela España y estuve ahí varios años. Después vino el colegio, cuando el Liceo estaba allá arriba. Luego se vino lo de la Clínica del Dolor, eso me llamó muchísimo la atención. Eso comenzó con mucho entusiasmo. Hubo mucha participación de las primeras reuniones; ahí nos reuníamos en los altos de donde dan catecismo con el muchacho que nos había instado al grupo. Después se fue aminorando, y se habló con el padre, para que se incorporaran grupos de voluntarios, matrimonios. Y sí, llegaron varios pero lo primero que preguntaron fue de cuanto era la paga. No sabían que era voluntario, en realidad, sin paga alguna. Ahí se fue desapareciendo el grupo, quedamos pocas personas. Nos dio la inquietud después de que estuvimos ahí bastante tiempo, atrás de la Clínica del Dolor, era un cuartito pequeño, pero tuvimos que pedir al sacerdote que si nos daban otra partecita. Cuando eso, nos llamaron del Hospital de Heredia, éramos un comité de apoyo con el Dr. Madrigal y estaba internada doña Lucia, la negra y que ya tenía la salida, y que qué hacíamos. La instalamos, la tuvimos como una reina, nada le faltó, porque la casita que tenían no reunía las condiciones y estaba muy solita. Entonces ahí, nos comprometimos a ir a cuidarla de dos en dos. Luego que ella falleció, nos llegaron más pacientitos.
¿Cómo hacían para recaudar el dinero?
Bueno fue donde nos dio el pensar para cubrir los gastos. Al principio con doña Lucia, entre nosotras coordinamos para llevarle la comidita, pero luego propuse de buscar contribuciones voluntarias. No teníamos talonarios ni sellados ni nada de eso, pero la gente tuvo tanta credibilidad en nosotros, gracias a Dios que nunca fue negativo. De ahí, se nos hizo chiquitito y teníamos que ver que hacíamos. Después fuimos ahorrando, la Municipalidad de Belén nos daba algunos rubros porque dijeron que era una necesidad. Luego, compartimos con los bomberos porque nadie le daba alojamiento, porque si se iban, no habría bomberos en Belén.
Pero, ¿me habla de los bomberos de ahora?
Si los de aquí. Tuvimos que compartir por un año mientras les daban el lote, porque todavía no estaba bien claro donde iban a estar instalados. Era un grupito pequeño, pero aquello ya era muy incómodo para nosotros.
De los fondos que teníamos, propios, yo le daba siempre al contador todas las facturas, que nos los libros de registro, entonces Abraham Arias nos lo veia, y él nos dio la inquietud de porque no compramos y gracias a Dios se dio. Compramos el lote en 15 millones, dimos la prima y nos comprometimos a darle las mensualidades o como íbamos recaudando el dinero, ahí se lo íbamos pagando.
¿De quién era ese lote?
Ese lote era Olga Solano. Ella nunca nos cobró intereses. Se le pago toda la deuda y luego era ver como hacíamos la construcción, porque ya teniamos el lote. Le agradecemos cuando eso era el alcalde: William Alvarado y llegamos Olga y yo, y él siempre nos ayudó en todo, siempre buscó cómo ayudarnos.
Cuando logramos construirla, la veíamos grande grande. Y actualmente es chiquitita. Se le han hecho remodelaciones, pero consideramos que es muy pequeña. Y gracias a Dios, logramos que Jose el hermano de Olga, nos vendiera el lote a la par, también dándonos oportunidades de pago. Ese terreno es con la idea de ampliar el edificio actual.
Ya cuando nos acreditaron como Paliativos de Belén, entonces nos dimos a la tarea de conseguir al equipo interdisciplinario. Con la acreditación recibíamos un dinerito del Instituto Contra el Cáncer y con ellos pudimos crecer. Luego desapareció el Instituto, entonces la ayuda ahora viene de la Junta de Protección Social y siempre la Municipalidad de Belén que siempre nos da alguito, más las actividades que organicemos.
Se necesitaría escribir un libro para contar las dificultades y todos los logros que se generan tras 20 años de admirable gestión comunal como tesorera de la Clínica de Cuidados Paliativos. Es de alabar la capacidad de entrega que tiene doña Rita y quienes con ella trabajan día a día para lograr que Belén tenga una Clínica de Cuidados Paliativos llena de amor y detalles para belemitas con fuertes quebrantos en su salud. Tras el lamento de doña Rita por la poca participación de la “gente joven con ideas nuevas” que no quiere compromisos, viene el llamado de si no puede donar tiempo para el trabajo en su comunidad, realice donaciones económicas para ayudar a las causas de quienes sí lo dan que como decía Ludwing van Beethoven “el único símbolo de superioridad que conozco es la bondad”.