Rafael Moya Murillo: egregio político nacional
Danilo Pérez Zumbado
Don Rafael Moya Murillo nació en el extremo este del cuadrante de San Antonio, el 24 de octubre de 1800 en la icónica “Casa del Guapinol”. En el folleto genealógico de Villegas González, J., se afirma que José Moya Saborío y Micaela Murillo fueron sus progenitores. Don Rafael se casó en dos oportunidades con Micaela Casimira Solares y María Josefa Salinas de cuyas uniones hubo una extensa descendencia.
Don Rafael ha sido el político más destacado nacido en San Antonio, entonces distrito de Heredia. Como reconocimiento de sus aportes en abril de 1885 se bautizó lo que hoy es la Avenida Central de Heredia y en 1902 una escuela pública con su nombre. En setiembre de 1904 se colocó su retrato en la galería de ciudadanos ilustres de esa ciudad.
Resulta difícil describir su trayectoria en tan corto espacio (sugerimos consultar el ensayo del insigne historiador Carlos Meléndez de su vida y obra). Corresponde, aquí, proporcionar algunos datos relevantes. Meléndez destaca tres etapas de su vida. De la segunda, marcada por su madurez, en 1835, en la administración Braulio Carrillo, antes de la Guerra de la Liga, destacó como representante de Heredia en la conferencia que procuró evitar el enfrentamiento. El tratado de paz no prosperó, Carrillo ordenó acciones militares y, en consecuencia, Moya fue uno de los procesados. Fue condenado a cuatro años de destierro al otro lado del Río Grande. Pero, en 1836, debido al apoyo de Moya ante la invasión desde Nicaragua de Manuel Quijano, Carrillo lo restituyó al seno de su familia.
En 1838 fue elegido Diputado por Heredia. Depuesto Carrillo por la acción de F. Morazán, en 1842, fue nuevamente elegido representante de Heredia. En 1843 en la administración provisoria de José M. Alfaro, participó activamente como miembro fundador de la Sociedad Económica Itineraria que implicó gran progreso en las vías de comunicación del país. En 1844 fue elegido integrante del Tribunal de Jurados de Heredia y ese mismo año, Senador y luego Presidente del Senado.
Posteriormente, dada la renuncia, por razones de salud, de Francisco María Oreamuno fue llamado a ejercer la jefatura del Poder Ejecutivo que concluyó el 1 de mayo de 1845. Para 1849 fue otra vez elegido Representante de Heredia ante la Cámara Legislativa, lo que declinó por razones de salud. En 1856, en ocasión de la invasión filibustera, colaboró activamente de la primera fase de la Campaña Nacional.
En el tercer período de su vida, protagonizó de manera relevante el puesto de Gobernador de la Provincia de Heredia. Su obra destacó en la mejora de caminos, ampliación y construcción de drenajes, puentes, calzadas, saneamiento de aguas, mejoramiento de edificios públicos, reconstrucción de ermitas e iglesias (en particular la reconstrucción de la iglesia parroquial destruida parcialmente por el terremoto de 1851) y la transformación de cementerios en Heredia y otras poblaciones de la provincia. El 1 de setiembre de 1861, bajo su gobierno, inauguró el primer alumbrado público de la ciudad. Sobresalió también por su contribución a la educación como Presidente de la Junta de Instrucción Pública.
Además de su vida política, don Rafael Moya fue un pujante empresario que incursionó en varias actividades: comercio, agricultura, minería y producción de licores. Como comerciante viajó a Inglaterra y Centroamérica. En 1834 creó una compañía, con Nicolás Ulloa, para explotar el palo de brasil en la Cofradía de San Juan de Jinotepe en Nicaragua. Ese mismo año, tuvo una empresa para aserrar madera y fue copropietario de la Hacienda La Asunción sembrada de café. También se dedicó a la producción de añil en la hacienda Las Ánimas por el Río Grande. Tuvo participación en las explotaciones mineras en el Monte del Aguacate y dedicó muchos años a la industria del aguardiente y proveeduría de licores. Esto último decayó debido al decreto del monopolio estatal de la producción de licores en 1850 por Juanito Mora Porras.
La obra de este importante belemita ha pasado desapercibida por nuestra ciudadanía y fue radicalmente desterrada de la memoria cuando en los años noventa del siglo pasado la “Casa del Guapinol”, su cuna de nacimiento, fue destruida para construir un galerón convertido en ferretería.
Los que fuimos niños y jóvenes en los sesenta y setenta del siglo pasado, recordamos nuestras visitas escolares a la propiedad del Guapinol el Día del Árbol. Frente a la propiedad, un portón de hierro de dos piezas, coronado con la leyenda Villa Belén, daba cause a una entrada que se angostaba hasta llegar a la casona de adobe. En el corredor, destacaba a la izquierda una vieja carreta y a la derecha largos escaños. Los patios laterales de la casa daban albergue al centenario árbol de Guapinol y otras especies, auspiciando el típico ambiente de sesteo para los carreteros que transportaban café a Puntarenas. De Rafael Moya Murillo, quizás todavía, esperan las ruinas de la fábrica de licores de la Hacienda La Asunción. Debajo de la arrocera Los Zamoras (hace poco Teatro El Nacimiento, hoy insulsas bodegas municipales), esperan posiblemente los restos de una memoria que no debemos condenar al olvido. Queda, además, la interrogante: ¿dónde está la fotografía de Rafael Moya Murillo que otrora presidiera el salón de sesiones del Concejo Municipal?
Este artículo está basado en Meléndez, Carlos (1964) D. Rafael Moya M. Esbozo de su biografía. Imprenta Nacional; y Villegas González Jaime V. (1997) Los abuelos que yo conocí. Folleto mimeógrafo.