Misionera y mujer consagrada ¿por qué?
Sra. Lorena Ortiz,
Hermana Misionera Comboniana.
Quisiera compartir algunas de las provocaciones más frecuentes que los jóvenes italianos me hacían respecto a mi opción de vida religiosa-misionera: ¿por qué no se casó y tuvo hijos si podía igualmente ayudar a los más necesitados desde la familia? ¿Por qué la consagración de TODA SU PERSONA? ¿Por qué TODA LA VIDA pudiendo haber dedicado solo algunos años a la misión como voluntaria, como lo hacen tantas parejas italianas que parten para África o América Latina? Otras personas al enterarse que mi próxima destinación era el Sur Sudan, me preguntaban: no le da miedo ir a esos lugares donde hay tanta violencia y donde las condiciones vida son tan duras?.
Probaré a compartir algunas de mis motivaciones, sabiendo que las palabras no consiguen expresar suficientemente la experiencia interna de la consciencia humana:
Conocer a Jesús, descubrir dentro de mí un afecto, un amor creciente hacia Él, sentirme al mismo tiempo amada, aceptada, acogida y segura en Él; son algunos de los matices fundantes de esta relación. Vivenciarlo cada día como interlocutor esencial de mi jornada, sentirlo amigo de confianza que me conoce en profundidad y en mi verdad me ayuda a confiar en Él y a sentirme contenida cuando siento miedo o cuando la duda me asecha.
Amo leer y escuchar la Palabra y cada mañana pido al Señor, que como al profeta: “me abra el oído para que yo escuche como los iniciados” (cfr.Isaías 50:4). La Palabra me infunde gozo y acrece mi pasión, me mueve a la acción, me motiva a “ensuciarme las manos” por la causa del Reino de Dios, me involucra en primera persona en la construcción de un modo “otro” de vivir, un modo alternativo al que propone el sistema imperante en nuestra sociedad (fundamentalmente regido por la financia, el mercado, la apariencia, la búsqueda de prestigio personal, etc).
Nuestra humanidad está herida por la indiferencia, el individualismo, la falta de paz interior, pobreza de relaciones positivas y justas entre las personas y con la Creación. Muchas personas no perciben un horizonte amplio donde proyectar una vida bella, buena, original, productiva, fecunda, armoniosa y rica de relaciones positivas; porque han descartado a Dios de sus vidas y lo han substituido por objetos o por relaciones aparentemente amorosas, pero que a menudo resultan ser más dependencias afectivas, egoísmo, posesión, ejercicio de poder sobre otra persona como afirmación de sí mismos, que dejan solo el sabor de la frustración y de la infelicidad.
Dios tiene un sueño hermoso para la humanidad y lo ha revelado en el modo de vivir de su Hijo. La vida de Jesús es para mí fuente de motivación y me dispone interiormente a dejar todo, a partir y a arriesgar incluso mi propia vida. Hago mía la frase de Martin Luther King: “solo vale la pena luchar y vivir, por lo que se está dispuesto a morir”. En la vida y en la muerte, somos del Señor!
La misión no la siento sobretodo un proyecto a realizar (construir escuelas, hospitales, iglesias, abrir pozos, etc), sino más bien como un participar a la misión de Dios mismo, que consiste en revelarle a la humanidad su Amor extremo e inclusivo donándonos el Hijo. Su Amor es una modalidad concreta de relación: circular, recíproca, de intercambio, de respeto y que valoriza al otro y lo pone antes que su mismo ser. Este Amor deja que el otro sea quien es, porque “vio Dios que era muy bueno”. Dios no nos quiere cambiar porque para Él así como somos le agradamos; tanto nos acepta así como somos, que nos ofrece la posibilidad de tener vida plena en Él, de desarrollar todo nuestro potencial con su gracia y para esto nos propone el camino de vida verdadera (el Evangelio) siendo Él mismo: el Camino, la Verdad, la Vida.
Misión es para mí partir pobre, mendicante, necesitada de los demás y curiosa de descubrir los muchos y diferentes aspectos del rostro de Dios revelados a las diferentes culturas de todas las geografías del globo y expresados en diversos modos. Consagración es gratuidad, entrega y gratitud a Dios por habernos hecho partícipes de su mismo sueño, es pertenencia total al destino pascual del Hijo. Mi cuerpo peregrino entregado en el servicio es cómplice de la suerte que corrió Jesús mismo: de Su Cuerpo donado y de su Sangre derramada por amor, su pasión por transformar esta humanidad en una ciudad de hermanos y hermanas libres.
Sobre el voluntariado part-time (dedicando el tiempo que puedo o quiero dar), he siempre pensado que es muy noble y que es posible realizarlo con espíritu de servicio, con espíritu evangélico, retengo que mientras el voluntariado puede convertirse en servicio; el servicio no se podrá jamás reducir a un voluntariado. Podría imaginar que el servicio está directamente relacionado con el “ser” y el voluntariado con el “quehacer”. El servicio es una actitud interior permanente, el voluntariado es a menudo oferta gratuita de una habilidad que se posee. El servicio tiene sus raíces en el Evangelio: en Jesús Siervo inclinado que lava los pies del amigo, del discípulo fiel así como también aquellos de su traidor y de su sicario. El servicio es el modo habitual interior de Jesús de ponerse en relación, es consecuencia inconfundible de su forma de amar inclusiva y total. Podríamos decir que el voluntariado es una elección: el voluntario lo busca, elige cuando ir, a quien dirigir su prestación y cuanto tiempo dedicar. El servicio llama al siervo, que no elige nada, ni tiempo ni lugar ni personas, sirve y basta.
Pueda el Señor donarnos la gracia de servir con gozo y con corazón libre, servir para mayor gloria suya y en la caridad que no busca recompensa porque al Amor basta el amor.