Menos pan y más besos
Oscar Pérez Zumbado*
La Familia Sánchez Zumbado es una de esas familias emblemáticas del cantón; conformada por don Francisco «Chico» Sánchez, doña Teresa Zumbado y sus doce hijos e hijas; belemitas practicantes de los más preciados valores de nuestro pueblo.
A doña Teresa, particularmente, le recuerdo desde los días en que mis pies descalzos recorrían los vecindarios de mi infancia. Con mis siete u ocho años al hombro, llegaba cada vez que podía a maravillarme del «mecano», un juguete de múltiples piezas metálicas con las que podía formar las más variadas figuras y que en alguna navidad, el «Niño» dejó bajo el árbol de la casa.
Desde esa remembranza de infante, veo a doña Teresa con su rostro iluminado por esa sonrisa maternal que nunca la abandona y que nos hace sentir siempre bienvenidos. Creo que seres como ella, al abrir sus ojos al mundo, no fue el llanto lo que acompañó su primer hálito de vida, sino fue esa cálida sonrisa que se quedó habitando para siempre en su rostro, como fiel reflejo de su alma.
En el seno de esa familia, una mañana de domingo mientras disfrutaba de su compañía y de un apetitoso desayuno, es que me entero de una receta médica dada a doña Teresa por su médico de cabecera, en la cual, además de otros medicamentos, le prescribía como medicamento diario: «menos pan y más besos». Paralela a ésta, me enteré de la queja de sus hijos Francisco y Juan Diego («Yan” y “Sabor»), de que su madre no cumplía a cabalidad con la directriz médica.
Esa fue la primera vez que me topé con la expresión que sirve de título a este entrelazado de palabras. Lo que de principio me pareció una jocosa ocurrencia por parte del médico, luego me llevó a pensar: “el pan nutre el cuerpo y el beso lacta el alma”.
Sentí, entonces, que la expresión «menos pan y más besos» se configuraba como una forma poética de ilustrar la indisoluble diferencia en que se concreta el ser humano; ese paralelismo existencial entre cuerpo y espíritu que nos complementa y que nos hace únicos.
Así, para extraer la esencia contenida en el consejo médico, debemos ir más allá de su mera literalidad. En la sociedad utilitaria en que nos movemos, debemos entender el pan como todo elemento tangible con el que buscamos llenar nuestros nunca satisfechos apetitos materiales.
El ser humano siempre busca tener más de lo que requieren sus necesidades reales; desde el par de tenis de marca hasta la mansión más ostentosa, con lo cual alardea de una felicidad que no siempre es cierta. Y es en esa búsqueda desenfrenada por la riqueza material en la que nos perdemos y olvidamos la dimensión más sublime que nos hace seres diferenciados: nuestro componente espiritual. Ese componente que podemos simbolizar con el beso, pero no cualquier beso, sino aquel por el que aconsejaba el poeta: «Quédate con quien te bese el alma, que la piel te la besa cualquiera».
La prescripción médica aludida sobra en el caso de Doña Teresa. Basta cruzar el umbral de su casa para embebernos de ese inequívoco aroma de amor y respeto que mora en cada rincón de su hogar. El beso, figurado en cada gesto de amor que se intercambian en el seno de esta familia, es pan de cada día.
Hoy, la sociedad moderna está urgida de “menos pan y más besos”. Por eso, en este año que recién inicia, es en el espejo de ese tipo de familias donde la sociedad actual debe reflejarse; donde se anteponga siempre el abrazo al desencuentro, la comprensión a la controversia, la tolerancia a la intransigencia, la solidaridad al egoísmo, la pureza de espíritu a las vanas pretensiones de riqueza material. Solo así, estaremos contribuyendo a la construcción de un mundo mejor y de prometedora esperanza para las generaciones futuras.
*El autor es licenciado en derecho de la Universidad de Costa Rica. Abogado y notario externo del BNCR. Fotógrafo aficionado, gusta de la poesía y la literatura, especialmente hispanoamericana.