Emilio Cordero: el entrenador de los chiquillos del barrio
Luis Zárate Alvarado
luis.zarate@periodicoelguacho.com
Su estampa es inconfundible: ataviado con su pantalón tipo buzo, una camisa de algún equipo de fútbol internacional, en su pecho guinda un pito y en una mano sostiene una tabla para apuntes. Siempre rodeado de niños inquietos y de balones.
Durante su sesión de entrenamiento, no se cansa de dar instrucciones y hasta de regañar a los jugadores que no siguen sus órdenes.
Por sus manos pasan las ilusiones de los chiquillos del barrio, amantes del fútbol, que sueñan con convertirse en el próximo Bryan Ruiz o, porque no, el Keylor Navas de su generación.
Su nombre es José Emilio Cordero, a quien podríamos referir como un “entrenador de pueblo”, de los cuales en Belén hay varios, tales como “Chico Morris”, “Bigotes” o el mismo “Cundillo”.
Tanto a Emilio, como a sus colegas, los caracteriza la pasión por el fútbol; pero sobre todo, su incansable trabajo por la niñez y la juventud belemita, a quienes se les presenta el deporte como una oportunidad para alejarse de situaciones de riesgo social.
“Yo quiero que se alejen del cigarro blanco, porque después viene el otro”, advirtió.
Una de las particularidades de este entrenador es que gran parte de su labor la hace en el barrio Horacio Murillo Montes de Oca, en La Ribera, cerca del bar El Guapinol. En esta barriada, durante más de 20 años, Emilio se encargó de entrenar a niños y jóvenes.
Muchos de sus pupilos ahora suman más de 30 o 40 años; sin embargo, la mayoría recuerda con nostalgia a aquel entrenador y su equipo, con quienes disputaron amistosos prácticamente en todo el país.
Luego de la inauguración de la plaza pública en este barrio, en julio pasado, Emilio tomó un segundo aire, dejó de lado su retiro de 3 años, y nuevamente, a sus 68 años, decidió formar un nuevo equipo de niños con edades de entre los 8 y hasta los 13 años.
“Quiero enseñarles disciplina, este pueblo necesita disciplina, queremos tratar de educarlos, de eso se trata el deporte, la educación es la parte principal”, comentó.
Este belemita recordó que en su juventud también practicó este deporte; fue delantero.
Es seguidor de la Liga Deportiva Alajuelense; tanto así que en la sala de su casa mantiene una réplica del estadio Alejandro Morera Soto, “antes era más envenenado, ahora ya no”, confesó.
Cuando era fiel aficionado asistía todas las semanas al estadio, en tiempos en que el recinto liguista no era lo que es hoy; las graderías eran de tablones y tenía una infraestructura muy diferente a la actual.
En algún momento, según mencionó, realizó un curso relacionado al entrenamiento del fútbol en ligas menores; sin embargo, muchos de sus conocimientos son empíricos.
“A mí me gusta el deporte por amor, yo no soy un chavalo que cobre por hacer esto, lo hago con cariño, para que los güilas lleguen a ser una buena persona”, puntualizó.
“Lo que más me gusta de tener equipo son las amistades que se hacen, luego de tanto andar en esto, he conocido mucha gente y he estado en muchos pueblos, son amistades muy lindas, hemos ido a todas partes”, relató.
Su vida
Emilio Cordero es pensionado, trabajó en varias empresas del cantón, como la Lovable, Olympic, Tabacalera, El Arreo, Pipasa y se retiró en el Hotel Marriot.
Dios, la espiritualidad, es una de las cosas más importantes en la vida de Emilio, incluso lo inculca a sus pupilos. “He tenido algunos problemas pero siempre está Dios, es lo principal”, comentó.
Originario de San Mateo de Alajuela, de donde emigraron a Villa Elia, en Río Segundo, llegó a Belén luego de dejar sus labores en la construcción de la clínica de San Joaquín.
En nuestra comunidad trabajó recolectando café en la finca de “Los Sánchez”, donde hoy se ubica Intel; entonces, se dedicaba a ser “cortero”; su labor era revisar las calles donde se termina de recolectar el grano de oro.
En el cafetal de Los Sánchez, conoció a quien sería su esposa por 37 años, Lusbania Alvarado Cerdas (QdDg). Rememoró que la conquistó con algunos deliciosos bocadillos; además de que lo acompañaba a los paseos con sus equipos, fue su gran apoyo.
Tuvieron tres hijos, Oscar, Johnny y Jackson. Ahora tiene seis nietos: tres mujeres y tres hombres.
Hoy, Emilio se concentra en el nuevo conjunto que está formando. Un grupo de niños del barrio a quienes entrena dos veces a la semana. Chicos a quienes les infunde disciplina, respeto, pero sobre todo, les quiere ayudar a alejarse de vicios.