diciembre 19, 2024

El fuego olímpico de la vida: en memoria de la Niña Margarita

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Margarita Mora fue la primera regidora de Belén. Foto de María Lorena Vargas Víquez.

Margarita Mora fue la primera regidora de Belén. Foto de María Lorena Vargas Víquez.

En Desmonte, San Mateo, donde los últimos años del siglo XIX marcaban el declive de lo que otrora fuera una activa industria minera donde los mineros, escudriñaban por largas horas unos cerros que, a pesar de las cargas de dinamita, siempre terminaban por negarse a entregar su oro burlando el cansancio y el hambre de los empolvados hombres que buscaban con afán un mejor futuro. 

Fue en aquellos solitarios e imponentes contornos, donde  se formó el hogar de don Gustavo Mora y de doña Narcisa Cervantes, dos seres maravillosos a quienes tuve la gran dicha de conocer ya en el atardecer de sus vidas y cuyos recuerdos atesoro en mi corazón.

Nació de este hogar de la familia Mora Cervantes, un 23 de febrero del año 1927, una excepcional mujer, de nombre Margarita Mora Cervantes a quien conocí acá en Belén, cuando rondaba yo los escasos 14 o 15 años y era ella ya una mujer profesional de la educación y empresaria y madre de mis entrañables amigos del alma: Margarita y Luis. Transparentó el espejo del tiempo la personalidad afable y bondadosa de la mujer humilde, capaz y visionaria y fue así como ganó la admiración y respeto que siempre le profesé.

Fue Doña Margarita, insigne heredera del fuego olímpico de la vida, fuego que supo con profunda entrega, cuidar y cultivar durante sus casi noventa y ocho años cuando nos dejó un 4 de diciembre del 2024. 

Sus años de vida los dedicó con honda entrega al cuidado de sus padres e hijos, como educadora apasionada, como empresaria e insigne trabajadora de la comunidad belemita, porque siempre consideró que su vida y sus capacidades debían estar al servicio de sus semejantes. Supo siempre mirar hacia adelante y sobreponerse a las adversidades sola y con grandes responsabilidades familiares al quedar viuda a poco más de cinco años de haber contraído nupcias con Don Luis Humberto González (q.d.D.g.).

Las circunstancias y las durísimas condiciones del joven Cantón de Belén fundado apenas veinte años antes de su nacimiento y a escasos nueve años de haber llegado a su final la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un movimiento revolucionario de enorme trascendencia como lo fue la Revolución de 1917 en Rusia, la crisis del 29 que sacudió la economía mundial y en nuestro país la efervescencia de ideas filosóficas político sociales y económicas llevarían al golpe de estado que votó del poder al Presidente González Flores (1917) y cuyo oleaje social de disparidades en los distintos ámbitos de la vida de Costa Rica, llevarían al país a la Revolución de 1948. 

Sin seguro social, sin garantías sociales, una raquítica situación económica para la gran mayoría de la población, sin acceso real a la educación y una sociedad machista con fuerte influencia de la religión católica ¡Qué tiempos tan difíciles para tantos hombres y mujeres, donde no era para nada fácil vislumbrar un futuro! 

Fueron en estas difíciles y limitadas condiciones donde se fue definiendo el acontecer de la sociedad costarricense y donde les tocó crecer, desarrollarse y sobrevivir a nuestros padres: hombres y mujeres nacidos a finales del primer cuarto del siglo XX. 

Y, si lo fueron duras para los hombres de la época, cuanto más no lo fueron para las mujeres, con derechos menoscabados y reducidas a roles hogareños y una influyente religión. Fueron en estas circunstancias sensiblemente afectadas por los acontecimientos someramente mencionados, donde le tocó crecer y desarrollarse a Doña Margarita, oponiendo a las adversidades todo su esfuerzo y capacidades.

Suerte la del Belén de antaño que para su feliz destino una mujer como Doña Margarita viniera a crecer y vivir en este cantón, donde con fortaleza, sabiduría y como heredera y poseedora del fuego olímpico de la vida, nunca se doblegó ante las circunstancias adversas. Antes bien supo siempre y por siempre avivar con entereza y sacrificio aquel fuego que fue luz imperecedera para su vida y para dicha de muchas generaciones de belemitas, hombres y mujeres, que de seguro entre críticas y admiración, debieron de vislumbrar en aquella joven mujer una fuerza de cambio. 

El carácter, la personalidad y la capacidad de Doña Margarita nunca se revistieron del egoísmo ni se doblegaron a las críticas, por el contrario, encontraron en el Belén necesitado que se desarrollaba y transformaba, una tierra fértil para que sus capacidades florecieran y dieran fruto abundante. 

Como educadora, siempre supo mostrar cómo sus rezos encontraron asidero en la acción y nunca en la inactividad a sabiendas de las múltiples necesidades que afloraban en la comunidad y que demandaban organización y trabajo.

Hoy, al despedir a la Niña Margarita de esta vida, el pueblo belemita, le recuerda con cariño y le da las gracias, por su vida, por su ejemplo, por su capacidad y por su trabajo y entrega siempre al servicio del Cantón de Belén. Gracias Doña Margarita porque supiste siempre avivar con alegría el fuego olímpico de tu vida porque bien supiste con tu humana y sencilla personalidad, ser luz e iluminar el porvenir de muchas generaciones de belemitas desde las aulas, así como los distintos campos por donde transitaste.

Adiós Doña Margarita y gracias porque tu imperecedero ejemplo de vida, de trabajo amoroso y de entrega que ha ennoblecido a Belén, siga hasta nuestros días cultivando la cultura, la educación y la solidaridad como valores eternos. Que la luz de tus enseñanzas se propague y nunca se extinga. Te recordaremos por siempre.

 

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