El día que todas quisimos ser libres
Isabel Hernández González*
Luego de que una madre tuviera que buscar en un basurero a su hija, Allison Bonilla, después de ser violada y asesinada, mujeres de todas las edades, doctoras, psicólogas, amas de casa, maestras, estudiantes, vendedoras, abogadas, todas con su propia visión de mundo, desde su propia realidad, sin distinción alguna por su color de piel, tendencia política o religión, se unieron el sábado 5 de septiembre para darle al país un mensaje claro y fuerte: “Nací para ser libre, no asesinada”.
Durante horas, el color predominante en la red social más utilizada fue el violeta. Se trataba de una consigna con la cual todas nos podíamos identificar: todas habíamos sentido ese miedo al pasar por un lugar demasiado oscuro; todas caminábamos más rápido en ciertos lugares; todas esperábamos que el tipo que nos gritó no empezara a seguirnos; todas buscamos una tienda, local o casa en donde escondernos, cuando, efectivamente, comprobamos que venía detrás. El temor no es en vano, de acuerdo con el Observatorio del Ministerio de Justicia, el 87,4 % de las víctimas de violación o intento de violación, en el año 2016 fueron mujeres.
“Nací para cuidarlas, no para asesinarlas”, se pronunciaron algunos hombres al ver el reclamo colectivo. Este filtro no tardó en generar reacciones; porque definitivamente hay diferentes sentidos para este verbo. Muchos han justificado la agresión así, con una visión en la que piensan que cuidado es sinónimo de control y se sienten con el derecho de decirle a la otra persona con quién hablar, cómo vestir, a dónde ir; después, cuando ellas quieren recuperar un poco de autonomía, se ponen agresivos y las culpan; en este momento, la víctima ya siente que no tiene a dónde ir y el miedo la paraliza, su autoestima ha sido atacada y le resulta difícil aceptar que la persona que al principio “la cuidaba” tanto, ahora es la fuente de peligro.
Muchos probablemente publicaron el mensaje pensando en que procurarían estar ahí, en que acompañarían a la amiga hasta la casa, para que no corriera riesgos; pero, si bien se agradece la compañía, esta lucha busca que no sea necesario ir junto a un hombre para recibir respeto.
Invito a quienes realmente quieren un entorno más seguro para nosotras a ver a las mujeres realmente como seres humanos integrales, con las mismas emociones y capacidades, con el mismo potencial para solucionar problemas y aprender de los errores, con su propia personalidad y forma de entender el mundo.
El día en que usted asuma que la humanidad y dignidad de una mujer no varía según la ropa que lleve puesta o la cantidad de parejas sexuales que haya tenido, y haga el esfuerzo para que ese amigo que le pasa fotos de desconocidas, por lo menos se cuestione las implicaciones de su actitud hacia ellas, ese día, usted estará dando su granito de arena.
Siempre que en nuestra sociedad existan discursos deshumanizantes sobre las mujeres, que justifiquen la agresión y el maltrato, debemos procurar que nuestras voces sigan alzándose para decir “ni una menos”.
*Filóloga, vecina de La Ribera