Cirilo Rodríguez Salas, uno de los últimos agricultores de La Ribera
Redacción El Guacho
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Cirilo Rodríguez Salas es reflejo de un tiempo pasado, de un distrito que durante décadas fue el albergue de decenas de agricultores.
Cierre sus ojos e imagine el paisaje dominado por granjas de gallinas, lecherías, cafetales, tomatales y milpas. Vea esas calles de tierra y lastre y escuche el crujir de las carretas de bueyes cargadas de productos rumbo a Alajuela o Heredia.
Este distrito que usted imaginó es La Ribera, que hoy es dominado, casi en su totalidad, por industria, comercio, condominios, carros y asfalto.
Sin embargo, existen personajes que aún evocan aquel tiempo y que hacen que la esencia agrícola ribereña se mantenga con vida, ya que, en medio de esta ciudad, hay algunos terrenos que todavía son labrados por las manos de los pocos agricultores de pura cepa belemita que quedan vivos. Cirilo Rodríguez es uno de ellos.
A sus 78 años, Cirilo se levanta todos los días a las 4:00 de la mañana para ir a trabajar. Toma sus herramientas y camina hasta un terreno de dos manzanas, ubicado en la Calle Chico Chaves, allí tiene su huerta sembrada de maíz, frijoles y maní. “si me quitan esto, me muero”, advirtió.
Este agricultor, alquila una parte de esa propiedad, la otra es prestada. El temor es que alguna de ellas sea vendida, así desaparecería este rincón dedicado a la agricultura y con ello el sustento de nuestro personaje.
Lo de este belemita es toda una hazaña en un pueblo que, desde hace décadas, trata de olvidar su esencia agrícola; seguir con estas labores es resistirse al paso de la “modernidad”, del “progreso” y de los tiempos.
Al amanecer
Desde antes que salga el sol, Cirilo ya está en los terrenos que siembra, a eso de las 6:00 de la mañana regresa a su casa a desayunar, al mediodía almuerza, para regresar nuevamente en la tarde a la faena. Esa es su rutina desde hace 15 años.
Maíz, frijoles y maní son los productos que cosecha, de la venta de ellos subsiste su familia, “por lo menos esta entretenido uno”, aseveró.
Los compradores, en buena medida, son algunos vecinos que aprovechan la temporada para comerse una buena chorreada o frijoles con cerdo. El maní lo vende a ¢ 1 000 la cajuela.
Contó que toda la vida se ha dedicado a lo propio, a pesar de su edad no cuenta con pensión alguna. “Hay gente con pensiones de ¢10 millones o ¢20 millones y que ni las ocupa”, sentenció.
Buena memoria
Don Cirilo nació el 8 de julio de 1939, sus abuelos y padres son originarios de La Ribera, en sus primeros años vivió en lo que hoy se conocen como la Urbanización La Ribera, “la Joaquín Chaves”, acá tubo granjas de gallinas.
Desde 1974, vive frente a El Arreo. Fueron los primeros en habitar esa zona cuando toda esta área no era más que cafetales por doquier. Compraron en ¢20 la vara de terreno, en total ¢100 mil por media manzana.
De su educación formal, contó que llegó hasta sexto año, la concluyó en la antigua Escuela España, que se ubicaba en el actual edificio municipal. Rememoró que para entonces había mucha pobreza, por eso los niños con esfuerzo llegaban hasta el último año de primaria, y después, al trabajo.
Su memoria es tan lucida que recordó la cantidad de compañeros que tuvo en sexto año: habian 2 de La Ribera, 5 de San Rafael y 6 de La Asunción, según dijo.
Este agricultor es el menor de una familia de 8 hombres y 6 mujeres, de los cuales solo sobreviven 2 hombres y una mujer.
Medio siglo con su esposa
En febrero del próximo año, don Cirilo cumplirá 50 años de casado, su esposa es María Lina Rodríguez, ¿que opina ella de su marido?, “para la edad que tienen hace mucho y es muy valiente”, respondió. Dos son los frutos de este matrimonio: Alfredo (QdDg) y Manuel.
Ella contó que hace dos años Cirilo le dijo que no iba a volver a sembrar más, “pero que va, solo aguantó dos días sin trabajar, no tenía nada que hacer y pasaba afligido, al poco tiempo volvió al terreno”, relató María Lina.
“Usted sabe que pereza levantarse a hacer nada”, recalcó Cirilo, y dijo que aún no sabe cuando se va a retirar, “hasta que Dios quiera”, confesó.
En la mente de este ribereño, se guarda el recuerdo de las lecherías que existían en La Ribera, donde la gente de todo Belén compraba su leche, de las granjas que alguna vez existieron, o de los tomatales y milpas que se sembraron en estas tierras.
También recordó algunos nombres que en aquel tiempo se usaron en Belén y que hoy están en el olvido, por ejemplo, la zona por la iglesia de Fátima era conocida como “La plazoleta”; en La Ribera había un sector que le llamaron “Churuca”.
Muchos han intentado rendirle un homenaje a don Cirilo, sin embargo pocos lo han logrado, accedió a realizar esta entrevista con una condición, nada de fotos. Aún así, gracias a la colaboración de su esposa, se pudo obtener una.
A pocos meses de llegar a los 80 años, parece que nadie va a detener a don Cirilo en el trabajo que tanto ama y que dedicó buena parte de su vida. Habrá quienes lo vean caminando por la acera con un saco al hombro y su característico delantal, sin imaginar, siquiera, lo que este agricultor representa para nuestra comunidad.