noviembre 23, 2024

Imagen con fines ilustrativos.

William Guzmán Sánchez
Ing. Agr. MBA. Pensionado

 

 

 

 

 

 

La luna grande estaba en lo alto iluminando la oscura y fría noche. Solo el cri, cri de los grillos y el ladrido de algunos perros a lo lejos, se escuchaban, cuando la misteriosa mujer salía una vez más del cementerio. Ya en la gruta hincada -tal y como lo había prometido- llegó el Padre y se hincó junto a la mujer envuelta toda de negro y su cabeza inclinada. Solo conversaron. No se miraron. Después de la conversación, bajo el mismo silencioso misterio de su llegada, la mujer se enderezó y emprendió su viaje hasta la ciudad, de donde se sabía de siempre, nadie regresaba. El frío de la noche fue de pronto cortado por un pajarraco nocturno que se cruzó por entre los árboles. Allá, en las alturas, infinitud de luminosas estrellas como luciérnagas petrificadas, desafiaban la noche.

Los días pasaron y mucho se rumoraba en las casas, la pulpería, la plaza, la cantina y hasta en la salida de misa, sobre la ahora también misteriosa conversación del Padre con la visitante nocturna de la gruta.  Y Todos se decían: 

-¡Ah no, no, debemos conversar nuevamente con el  Padre y destapar de una vez por todas este misterio!

También se rumoraba de que, aparentemente, la misteriosa dama de negro no se había vuelto aparecer por el camino y menos aún verla hincada en la gruta.

Por fin, un buen grupo de vecinos, una tarde calurosa y ventosa de aquel verano que no acababa de dar paso al invierno, fueron a visitar al Padre a la Casa Cural. La conversación se inició tímida y pausada y hasta con cierto temor por preguntar a lo que iban. Por fin y entre dudas, surgió el asunto por el que habían ido a visitarlo.

-“Bueno Padre, la verdad, verdad es: queremos saber sobre qué conversó Usted con la mujer del cementerio y si aquellas extrañas apariciones iban a continuar”.

El Padre los miró en silencio y una atmósfera de duda se cruzó entre los presentes.

El padre les dijo con serena pero pausada tranquilidad que ahondaba casi como un misterio más:

-“Lo que conversé con la extraña y misteriosa mujer, caminante de la noche, nunca se los podré revelar porque fue como conversación de confesión y aquellas palabras que mis oídos escucharon, a la tumba me las llevaré. 

Todos se miraron.

Después de un nuevo silencio, siguió diciéndoles:

-“….Pero les aseguro….aquella mujer no volverá jamás”.

Sucedióse que así fue, nunca más en el pueblo se comentó sobre las apariciones de aquella misteriosa mujer que mantuvo a los belemitas por largos meses ausentes de las calles apenas caía la noche, todo por temor a tener un encuentro con la misteriosa mujer de negro que, vaya usted a saber ¿por qué?, había regresado del más allá.

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