marzo 29, 2024

José Miguel Hernández Zamora

Centro Educativo Fidel Chaves Murillo

Sección 6-1

Érase una vez un niño llamado Francisco, él nació en 1928, con una enfermedad que podríamos haber llamado sirenomanía, pues el niño, al nacer tenía las piernas pegaditas entre sí.

La operación era muy cara y su familia era pobre y entonces tuvieron que recaudar dinero solicitando ayuda a sus amigos y vecinos.

Con el apoyo de la comunidad, lograron obtener el dinero que necesitaban para realizar la operación.

La operación funcionó, pero el pequeño Francisco, aunque le separaron las piernas quedó sin poder caminar.  A él le gustaban mucho los caballos y quería montar uno.

Un día, sus padres les regalaron un caballo color café que tenía las patas blancas y Francisco, apenas lo vio, decidió llamarlo Medias Blancas.  Él siempre lo quiso montar, pero no podía por su discapacidad.

El niño vivía con su familia en la finca llamada “El Nacimiento” allá por La Asunción de Belén.

Era un lugar bello en donde se podían encontrar árboles frondosos como el Guayabón o Surá, en cuyas ramas cantaban  gran cantidad de yigüirros, viuditas y pecho amarillos, también había grandes Ceibas que los pájaros carpinteros picoteaban alegremente. Además, si Chico, como todos le llamaban se quedaba tranquilo podía mirar las ardillas, los pizotes y hasta un gordo armadillo caminar por el lugar.  

De toda la finca ese era su lugar favorito, sus hermanos lo llevaban a disfrutar de la tranquilidad y de las aguas cristalinas de la pila del Nacimiento, en donde Medias Blancas tomaba agua fresca y Chico podía sentarse en una gran piedra a peinar a su caballo mientras éste comía tiernas hierbas.  

Un día, el hermano de Francisco quiso ayudarle a montar el caballo pero no funcionó. Entonces, pudo más el deseo de Chico de montar en su caballo y lo intentaba todos los días; sorprendentemente, lo logró, pues el caballo comprendió la necesidad de Francisco, y ante el asombro del niño se acostó en el suelo, y agarrándose de su cuello, Chico pudo subir al lomo de Medias Blancas.

Al otro día, Francisco llamó a sus padres y les mostró lo que el caballo y él habían logrado, ellos no pudieron decir nada de la alegría, porque estaban felices al ver lo que su hijo pudo hacer con Medias Blancas.

Después de ese día, Francisco andaba de un lado al otro con Medias Blancas. Todos en el pueblo lo saludaban contentos porque ahora podía recorrer muchos lugares al lado de su gran amigo Medias Blancas.

Hoy su nieto lo cuenta con gran orgullo.

Fin

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