abril 25, 2024

Yendry Delgado Aguilar*

Hace años ya, viviendo en el Congo con una comunidad misionera, primero conviviendo de manera directa a nivel de la  organización y luego en el barrio y la ciudad, recuerdo una frase común entre los miembros de la organización: “mi libertad termina donde empieza la tuya”.  Gentes de dicha organización, criadas en diferentes familias y diferentes pueblos o ciudades, tenían un objetivo común: la misión de ir a colaborar con los hermanos de África.  

De la manera que cada quien se sentía más cómodo, desde las aptitudes y particularidades de cada quién, ahí estábamos, con el reto de respetar a cada uno como era e ir todos a un mismo ritmo. Suena maravilloso, en el ideal es inspirador, pero la realidad era otra.

En algún momento, el desgaste físico, emocional y psicológico, la rutina, la cotidianidad y la confianza de la convivencia diaria, hacían que los filtros de tolerancia bajaran y zaz, salían “los feos internos”, esos yo que nadie ve tan fácilmente, porque nos enseñan a mostrar siempre a “los lindos”: esa persona educada, condescendiente, paciente, amable, que todo el mundo adora, pero en realidad también en nosotros hay sombras y esas nos pueden ayudar bastante si logramos reconocerlas e integrarlas, para sacar brillo a ese diamante en bruto que somos cada uno.

Esa potencial esencia maravillosa que tenemos, verá la luz solo si reconocemos  y aceptamos que “lo feo” están ahí, solo podemos cambiar algo en nosotros si lo reconocemos y aceptamos. cuando lo acepto, puedo  cambiarlo.

Entonces, cuando yo quiero que las cosas se hagan a mi manera, cuando quiero imponer mi punto de vista, ¿Adivinen? Desato las resistencias internas en el otro, habrá quienes lo expresen inmediatamente y rápido se hace una discusión, otros solo callan y guardan resentimiento, a otros se les activan sus miedos, las culpas, etc.  Ahí empiezan a saltar las liebres y nos activamos unos a otros los “botones emocionales” que más nos duelen.

Pero por el contrario, si reconocemos las potencialidades en el otro, si veo su luz además de sus sombras, es ahí donde se hace reflejo mi propia luz y reconozco en el otro la dignidad que tiene como ser humano, a pesar de sus defectos, sí claro, ahí están, pero también puedo asomarme a su brillo. Si reconozco en el otro su punto de vista, sus motivaciones, sus intereses, mi mirada se convierte en respeto.  

Sus opiniones tienen un valor, aunque no las comparta les doy escucha activa y mi libertad roza con delicadeza la suya. Cuando no estamos del todo de acuerdo, cuando recibo un no por respuesta y lo acepto tal cual, cuando tengo que ceder y negociar, ahí hay libertad, respeto y dignidad.

*Vecina de San Antonio. Consultora en flores de Bach, Código CST-2018-0709Y

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *