marzo 28, 2024

Iglesia de San Antonio, cortesía de Antonio Vasquez González.

Por. E. Danilo Pérez Zumbado.

A principios del año visité, debido a  una feria ambiental, San Isidro de Heredia. Su iglesia había sido recientemente remozada, me impresionó en un costado la fecha de construcción: 1885.  Cerca de aquí, la iglesia de San Joaquín de Flores, joya arquitectónica neoclásica de piedra de granito, fue terminada en 1888. En ambos casos –supongo- sus pobladores se sienten orgullosos.  En San Antonio de Belén las cosas son distintas. Aunque la declaración de parroquia y los intentos de construir el templo se ubican en fechas similares a las precitadas, su desenvolvimiento posterior fue muy distinto. Las fuentes documentales disponibles (1) (no todas precisas)  establecen las referencias que, a continuación, parafraseamos.

El padre Ramón María González fue quien bendijo la primera ermita de San Antonio el 30 de Junio de 1862 y  presidió la Ceremonia Canónica que convirtió esta villa en parroquia el 27 de Diciembre de 1867. Posteriormente aparece Joaquín García Carrillo, cura párroco en tres oportunidades: 1870-1871, 1877-1879 y 1883-1885; personaje importante pues continuó la construcción de la primera iglesia, impulsada por sacerdotes anteriores. En su tercer nombramiento tuvo una participación protagónica en la terminación de la fachada y la inauguración del primer órgano traído de  Alemania. En 1887 el cura  Domingo Rivas cambió el pavimento de la iglesia, rodeó el templo y dio mayor consistencia al  atrio; además, importó de  Francia los cuadros  del Vía Cruces. Luego en 1890, el presbítero Dr. Guillermo Scheferss lideró la pintura, decoración del templo y  construcción de los jardines laterales de la iglesia.

El extinto historiador herediano Carlos Meléndez, coincide parcialmente con Villegas y  González Murillo, al afirmar que, en 1890, la iglesia fue rodeada de jardines y, al año siguiente, se colocó el reloj público en una de sus torres. Sin embargo afirma que la conclusión del templo la llevó a  cabo  Joaquín García en 1895, año en el cual ya no fungía como cura el citado señor. En todo caso, parece que la construcción del primer templo ocurrió entre 1880 y 1890, bajo el auspicio de diversos sacerdotes. Es posible que la arquitectura de esta iglesia tuviese influencia colonial, no obstante, de ésta apenas existe una fotografía en la cual se muestra el proceso de su destrucción en 1941. Es decir, la primera iglesia de San Antonio  tuvo, en el mejor de los casos, una longevidad aproximada de sesenta años.

Algunas fuentes orales sostienen que un vecino del distrito, opuesto a la destrucción de la primera iglesia, ofreció un terreno para la construcción de la nueva, sin mayor éxito, pues los dirigentes eclesiásticos y civiles de la época insistieron en su desaparición. Las aceras alrededor de la segunda iglesia, en la década del setenta del siglo pasado, estaban hechas de piedras labradas de aquel templo (incluso algunas de ellas se encuentran hoy día  en manos privadas). Un detalle interesante es  que algunas de esas piedras terminaron también siendo utilizadas en la antigua fábrica de licores en San José (hoy sede del Ministerio de Cultura), pues: el portalón del sureste de dicho edificio, “que recuerda la famosa puerta de Toledo, conocida como la Alcántara, fue diseñado por el arquitecto nacional don Teodorico Quirós, (y) se construyó utilizando piedra pavas de la que formó parte de la construcción del Templo de San Antonio de Belén, demolido en 1941.” (2)

Irónicamente, la segunda iglesia, construida en los años cuarenta del siglo pasado no tendría mucho futuro pues, en los años setenta del mismo siglo, la Junta Edificadora de San Antonio, aduciendo problemas de espacio, decidió construir una nueva iglesia (la que miramos actualmente). Dada su fortaleza, su demolición fue más ardua que la construcción resultante. Esa iglesia apenas sobrepasaría los treinta años. Como parte de la controversia generada por aquella decisión de 1973, no fue posible su destrucción total, por eso  hoy día todavía vemos la fachada (torres y parte del atrio) de la iglesia construida en los años cuarenta.

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Antigua ermita de La Ribera, cortesía de Gonzalo Sánchez Villegas.

 

En el artículo anterior sobre los caminos de Belén, aseveraba que Belén parece tener una vocación peregrina, es decir, sus habitantes, en particular los descendientes de viejas familias (o al menos algunos de sus dirigentes políticos y religiosos), tienen una tendencia caracterizada por el “progresismo material”, opuesto a la preservación del patrimonio histórico y cultural. Se privilegia, acríticamente, la edificación moderna (nos sentimos orgullosos de grandes urbanizaciones, condominios y centros comerciales, por ejemplo), y nos  desentendemos de obras  vernáculas que dicen de nuestro origen e identidad. Así sucedió con las antiguas iglesias. Todavía existen, en Belén, antiquísimas casas de adobes y  madera, que sólo esperan ser desplazadas por horribles torres telefónicas o locales comerciales insulsos. No existe voluntad política para reivindicar tan preciada herencia. Cuando el poeta jordano Adam Fathi, en el Festival internacional de Poesía de 2012, me preguntó por el museo cantonal sentí pena: no tener museo es parte de esa actitud de indiferencia que  arrastramos desde hace largo tiempo.

1- Los datos principales provienen de: Villegas, Gustavo (sin fecha) “A propósito de los curas párrocos de Belén (1862-1994” y “El padre Joaquín García Carrillo”. Documentos mecanografiados;  González Murillo, Filadelfo (sin fecha) “Apuntes históricos de mi pueblo. San Antonio de Belén”. Folleto impreso (éste también consigna los nombres de González Rodríguez, Ricardo (escrito) y Zumbado Z. Benedicto (reconstrucción) y Meléndez, C., Carlos “Heredia, ayer, hoy y siempre”. Heredia. Marzo, 1963 (hojas poligrafiadas).

2- http://cenacparacultura.blogspot.com/2006/08/150-aos-del-edificio-que-alberga-al.html EL CENAC PARA LA CULTURA . Thursday, August 24, 2006.

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