abril 24, 2024
Chayo Villalobos y Rafael Ángel Calderón Guardia

Chayo Villalobos y Rafael Ángel Calderón Guardia

Javier Francisco Sánchez Cerdas *

La vida de las personas se extinguirá cumpliendo con una ley natural, pero su recuerdo ¡no!, así como tampoco las anécdotas de las que fueron protagonistas. 

Transcurrían los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado y Belén era un pueblo tranquilo, de pocos habitantes, casi todos muy religiosos, aunque un poco politizados por los acontecimientos político-militares de esos años.

Un pueblo de gentes muy trabajadoras, dedicadas en su mayoría a la agricultura. Sin embargo, de vez en cuando aparecían personas que se dedicaban a otras labores. El personaje principal de nuestra anécdota era uno de esos, pues era picapedrero. 

Desempeñaba sus labores en una cantera ubicada en las cercanías de donde hoy está Asepipasa. Por aquella época, se usaban mucho las ‘’basas’’ de piedra en las construcciones y ellas eran labradas a cincel, mazo y, por supuesto, la fuerza y las habilidades del artesano. Así transcurría la vida de Don Rosario Villalobos que, junto con Doña Rosa Vargas, fundaron la honorable familia Villalobos Vargas.

Don Chayo, como todos le decíamos, fue el centro de una anécdota que le oí en varias oportunidades a mi papá, Javier Sánchez Borbón (1918-1986) y que pone en evidencia, lo que es un seguidor fiel a una causa política y lo que es un líder que se debe entregar a sus partidarios. 

En 1962, Don Chayo padecía una enfermedad terminal, que soportaba con toda entereza y, en una conversación con mi padre, le manifestó su deseo, muy hondo, de ver, saludar y hablar con el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, de quien era partidario y así despedirse de él.

Mi papá por su amistad con Don Chayo, por consideración a su condición de salud, pero sobretodo, por su deseo tan vehemente de ver al Doctor (porque en aquel entonces cuando se hablaba del Doctor, no había necesidad de agregar ningún otro dato), se propuso concretar esa visita, para lo cual visitó al Doctor en su casa de habitación en San José.

Al llegar mi papá a dicha casa, el Doctor se encontraba reunido con varias personas; sin embargo, logró que lo recibiera y la escena se desarrolló más o menos así: papá le manifestó el motivo de la visita, un fiel partidario de Belén deseaba reunirse con él, ya que padecía una enfermedad terminal. Este partidario era Don Chayo Villalobos. El Doctor con la mejor disposición acogió la solicitud, se despidió de los señores que le acompañaban, prometiéndoles que pronto regresaría, se dirigió al perchero, cogió su sombrero e inicio el viaje a Belén.

Una vez en la intimidad de hogar de los Villalobos Vargas, aquel regio picapedrero sonrió conmovido. Sus ojos brillaron y su corazón se aceleró ante la presencia de su líder. Vio satisfecho su deseo y agradeció por todo lo alto la visita. Le comentó detalles de su enfermedad y el Doctor por su parte tuvo para Don Chayo palabras de apoyo, le manifestó el deseo de que mejorara, le agradeció su militancia de aquellos años en el partido y su fidelidad y lealtad como su seguidor.

Al despedirse el Doctor, Don Chayo dijo las palabras que desde que las oí de labios de mi papá, no he podido olvidar y que son el epílogo de esta anécdota. Dijo Don Chayo, después de un apretón de manos: -Doctor, después de verlo a usted, ya me puedo morir tranquilo.

 

 

*El autor es médico, vecino de la Ribera, hijo de Don Javier Sánchez Borbón y nieto de Wilfrido ‘’Billo’’ Sánchez Mondragón. 

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