marzo 28, 2024

Ilustración de Rini Templenton

María Fernanda Segura Beltrán*

Una joven aborigen llamada Kamacori trabajaba con sus padres para la familia Morra, la cual explotaba su trabajo y los mantenía como esclavos. Kamacori veía cómo la familia Morra se aprovechaba de sus padres y cansada de la situación decidió exigirle a Edward, el padre de la familia Morra, que tenía que respetarlos; a lo que Edward Morra respondió:

-Tu vida no vale nada.

-Soy Kamacori, y mi vida vale tanto como la suya.

¡Esa noche los hicieron trabajar como nunca! Pero Kamacori no se arrepintió y decidió escapar con sus padres; sin embargo, ellos no lo lograron, pues fueron atrapados por Edward.

Kamacori se dio cuenta que no solo ella estaba en esa situación y quiso protestar ante el Gobierno, porque no le parecía justo que personas como ella tuvieran que vivir con miedo y arrepentirse de su cultura, debido a las ofensas de los demás.

El Gobierno intentó callarla amenazándola con asesinar a sus padres, pero ella supo arreglárselas, haciéndoles saber que, si algo malo les pasaba, le diría al mundo lo corrupto que ese Gobierno era.

Kamacori recibió una herida de bala intentando salvar a sus padres, ya que Edward les disparó, por suerte fue superficial.

Más y más personas se unieron a la protesta y, aunque el racismo no desapareció por completo, esta joven aborigen hizo la diferencia.

Muchos periodistas querían entrevistarla; su valentía y sus logros merecían ser conocido por todos.

Cuando al fin se recuperó y salió a hablar con ellos, alguien le preguntó:

-¿Cómo pudiste lidiar con las amenazas de muerte a tus papás que hizo el Gobierno?

-Tuve miedo, no sabía qué iba a pasar después, pero algo dentro de mí me decía: ¡lucha! No es justo que tengamos miedo, somos diferentes en cultura, pero iguales en derecho.

*Estudiante de la Escuela Fidel Chaves Murillo

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